06 may. 2024

Nunca es bueno ser replicante cuando se busca el amor

Así la vimos --- Blade Runner 2049

Foto: UH Edicion Impresa

Foto: UH Edicion Impresa

Sergio Cáceres Mercado

sergio209@lycos.com

Con el tiempo, lo que hizo de Blade Runner una película de culto en la ciencia ficción fue su profundidad al cuestionar el tema que nos hace humanos. Dentro de esta aventura policial a lo cine negro, con intriga amorosa incluida, veíamos a un policía enfrentándose a humanoides con dilemas existenciales.

Siete lustros después Ridley Scott decide quedar como productor y Denis Villeneuve recibe la pesada responsabilidad de dirigir una secuela. El tener al mismo guionista de aquella mítica primera parte habrá servido un poco de consuelo.

Los sucesos se dan treinta años después de que el agente Deckard combatiese contra los últimos replicantes. ¿Cómo dar una continuidad hoy a ese futuro del 2019 que fue imaginado en 1982? En líneas generales lo lograron, aunque el objetivo más importante es conseguir la profundidad argumentativa de la precuela.

Hay que decir que en la ciencia ficción encontrar películas de talante filosófico es bastante común. Y desde Blade Runner hasta hoy las hay muy buenas. Esta versión lo consigue más por tradición que por originalidad.

El protagonista también se encuentra con aporías identitarias, tal como Rachael y Roy. Los replicantes siguen pidiendo más protagonismo en la vida de los humanos.

El misterio que va investigando el agente K (las referencias a Kafka son totales) también lo van envolviendo. Además de una pesquisa siguiendo pistas en el mundo exterior, se encuentra investigándose en su interioridad.

Esa introspección significa, en última instancia, meterse con la memoria narrativa que nos determina, que nos hace y nos dice lo que somos. K se encuentra con una duda sobre su propia identidad. Su predicamento ya no radica, como los Nexus 6 de hace treinta años, en preguntarse sobre lo efímero de la vida y el deseo por permanecer en ella, sino en saberse algo que quiere ser más y que puede ser más de lo que su naturaleza supuesta le permite.

En muchos aspectos no es bueno comparar, pues esta película ya pertenece a otra era del cine industrial. La atmósfera que Vangelis logró ya no será pues Hans Zimmer es otro genio con otra visión musical.

Por supuesto Villeneuve no es Scott, pero fue acertada su participación, porque ha logrado cerrar una gran cinta con Ryan Gosling estupendo y el regreso de Harrison Ford, quien sigue haciendo tributo a sus viejos personajes.

Calificación: **** (muy

buena).