28 mar. 2024

No hay recambio

Sergio Cáceres Mercado – sergio209@lycos.com

De todo el indignante proceso vivido la semana pasada y que tuvo como protagonistas al Senado y al proyecto de enmienda, podemos sacar varias conclusiones y proferir igual cantidad de hipótesis. Yo solo quiero destacar un aspecto: la gran desesperanza que nos invade, pues ambos bandos en disputa pueden exhibir argumentos que fundamentan sus acciones, pero lo que no pueden darnos es ninguna autoridad moral para creerles que lo que hacen lo hacen por el país y no por sus intereses particulares o de grupo.

No podemos prescindir de la política, aunque quisiéramos. Es parte de la condición humana el dirimir las disputas que surgen de la inevitable convivencia entre pares. Pero desde hace siglos que la condición para ejercer el liderazgo político es una gran entereza moral. Es acá donde nuestra clase política nos defrauda y nos deja desamparados. Ni los pro enmienda, ni los antienmienda tienen a gente respetable en sus filas.

Es cierto que de los colorados y los liberales ya nada podemos esperar.

A veces ni la juventud que milita en sus filas y aspira a escalar posiciones muestra una práctica diferente. ¿Qué se puede esperar teniendo los modelos que tienen? Es cierto que buena parte de la izquierda ya está podrida desde el inicio; ver a líderes como Carlos Filizzola defender lo indefendible ya no sorprende, pues hace mucho que ha tirado por la borda lo que alguna vez cosechó en su lucha como dirigente gremial.

Los líderes que quieren la enmienda para poder presentarse en las próximas elecciones lo único que hacen con eso es mostrar su hilacha mediocre y delictiva. Lugo es sencillamente un triste payaso en un circo que él dirige, pero del cual quiere supuestamente desentenderse; confabularse con aquellos que lo sacaron de la presidencia es demostrar que ya ninguna dignidad le queda. Cartes hace lo que siempre hizo, incluso antes de dedicarse a la política: pasar por encima de todas las reglas democráticas con su dinero y así acumular más poder del que ya tiene; el comportamiento democrático le es absolutamente extraño, el consenso y la controversia le repelen.

Del otro lado es peor aún. Aquellos que encumbraron a Cartes, como Galaverna, ahora se rasgan la vestidura como si no supieran lo que su prohijado haría una vez que lo instalaron en el poder. Ver a Mario Abdo Benítez condenar todo esto como el inicio de una dictadura es más bien un chiste de mal gusto digno de la alcurnia de su apellido. El poder camaleónico de nuestros congresistas sigue dejándonos perplejos, nunca nos podremos acostumbrar totalmente.

Mientras nos preguntamos, ¿dónde está el recambio de esta execrable clase política que ahora mismo ocupa los poderes del Estado? ¡Qué sensación de desamparo nos embarga el saber que no tenemos políticos que los hagan frente! Al menos nosotros los ciudadanos debemos aprender a votar más responsablemente. El referéndum que se viene será la gran prueba.

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