20 abr. 2024

Navidad o el registro de que algo sucedió

Por Gustavo A. Olmedo B.

No se conoce el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque se sabe que fue durante el reinado de Herodes Antipas –hijo de Herodes el Grande–, entre los años 4 a.C. y 36 d.C., según estudios difundidos por exégetas e historiadores. Tampoco se sabe con precisión cuándo comenzó a celebrarse la Navidad tal cual hoy la conocemos, pero sí se estima que fue unida a la fiesta pagana del nuevo sol o la Natalis Invicti, como forma de simbolizar la victoria de la luz de Cristo sobre las tinieblas, y una manera de contrarrestar el culto pagano al Sol, impulsado por el mitraísmo, religión mistérica muy difundida en el Imperio romano entre los siglos I y IV d.C. A mediados del siglo IV, el papa Julio I estableció la fecha del 25 de diciembre.

Pero lo concreto es que la Navidad es hoy una posibilidad de celebración para el mundo; para algunos una fiesta de la familia, un encuentro con Papá Noel y sus regalos (figura inspirada en la vida del obispo de Mira, actual Turquía); o simplemente una fiesta importante, con buena cena y tragos, mejor que en otras ocasiones del año; y para otros, la celebración del día en que un Dios tomó forma humana, con rostro de niño, y se presentó en un humilde y pobre pueblo. Podríamos decir, una locura o un acontecimiento que supera la razón humana entendida como “medida de todas las cosas”.

Pero algo pasó; algún hecho tuvo que suceder, porque de aquel acontecimiento hoy viven millones de personas; con sus errores y caídas son motivadas a reconocer la belleza de la vida, sin huir de la realidad; a estar junto al pobre y enfermo, a desarrollar el amor como motor de transformación; la caridad como herramienta de paz; la alegría como tesoro para compartir, y el encuentro contemporáneo con el pequeño del pesebre, como respuesta a las exigencias íntimas de verdad y justicia. Todo parecería una locura, una especie de sicosis colectiva si no fuera por las experiencias y notables vivencias que uno puede conocer y descubrir. Son seres humanos como otros, sin dudas, pero algo les pasó. Por lo menos es lo que parece.

“Hoy, a pocos días de la Navidad, contemplamos la Encarnación del Hijo de Dios, que marca el momento concreto en el que la esperanza entró en el mundo”, expresó recientemente el papa Francisco, añadiendo que el Misterio del nacimiento en Belén, es un gesto de Misericordia para con los seres humanos.

Por ello, más allá de nuestras creencias, la Navidad es siempre una invitación positiva, a mirar al otro como un bien, a aceptar la posibilidad de ser perdonados y reconocer que hay un camino para ser feliz; quizás solo hace falta la sencillez del niño o la espera de unos pobres pastores.

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