29 mar. 2024

Luis Szarán, un músico entre los inundados

El creador de Sonidos de la Tierra es uno más entre miles de pobladores que debieron abandonar sus casas, ante la crecida del río. Resistió hasta último momento, buscando transmitir fuerza a los demás damnificados.

Luis Szaran

Luis Szaran en el frente de su casa, ante la creciente | Foto: Gentileza.

Por Andrés Colmán Gutiérrez –Twitter: @andrescolman

La imagen es conmovedora. Sentado en un sillón, solitario en medio del agua, con el nivel que le llega hasta las rodillas, el destacado maestro y director de orquesta, Luis Szarán, contempla el distante paisaje del centro de Asunción, al otro lado del vasto río desbordado, mientras a su alrededor varias casas van siendo tragadas por la inundación.

La leyenda que acompaña a la foto también es expresiva: “Resistiendo a la creciente del río Paraguay”. La imagen fue alzada a la red social Facebook, en internet, pero la mayoría de los que la comparten se declaran confundidos. ¿Qué hace allí el maestro Szarán? ¿Es una producción fotográfica para algún espectáculo? ¿Se está inspirando para componer una sinfonía sobre la creciente?

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Frente de la casa, cuando el río comenzaba a cubrir el lugar. | Foto: Gentileza.

“Soy uno más entre los miles de damnificados por la inundación. El río también ha cubierto mi casa y me he visto obligado a mudarme. He resistido hasta el último momento y las fotografías las tomamos como una manera de dar coraje a los damnificados, a la sufrida y buena gente de la zona”, relata Szarán.

Las imágenes fueron captadas hace una semana, en la casa que el músico tiene en el Banco San Miguel, en el complejo del Club Mbiguá, en el extremo de la Bahía de Asunción, frente al Puerto de la ciudad. Es un lugar de ensueño, de gran belleza paisajística, pero que en estos días se ha convertido en un infierno, por los efectos de la inundación.

Un director de orquesta nacido junto al agua

Director de orquesta, compositor e investigador musical, Luis Szarán es uno de los artistas paraguayos más conocidos internacionalmente. Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA) y director de la Orquesta de Cámara Philomusica de Asunción, su mayor creación es Sonidos de la Tierra, un ambicioso programa de integración social y comunitaria a través de la música, que -en palabras de su propio creador- busca combatir la violencia juvenil y potenciar la autoestima, incentivar la creatividad y el espíritu emprendedor, el trabajo en equipo y las actitudes democráticas.

Con el lema “el joven que durante el día interpreta a Mozart por la noche no romperá vidrieras”, en una década logró que unos 10 mil niños y jóvenes de escasos recursos reciban capacitación y hoy formen parte de elencos artísticos en 172 pueblos y ciudades del Paraguay.

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La casa de Szaran, en el Mbigua, tomada por el agua. | Foto: Gentileza.

Pero, ¿quién pensaría que Szarán sería hoy uno más entre los casi 2.000 pobladores damnificados por la creciente, en Asunción?

“Yo siempre viví cerca del agua, es algo que me marca mucho. Fui concebido a orillas del río Tebycuary, en Yuty, en una zona conocida hoy como ‘Szaran Cue’. Pasé mi infancia en Encarnación, sintiendo de cerca las crecientes del Paraná. En Yuty, donde vivía mi papá, que era agricultor, cuando llovía mucho, el río rebosaba y se esparcía, tapando los caminos. De allí viene mi teoría jocosa sobre el origen del nombre Tebycuary, que a la menor lluvia ya desborda, como cuando alguien tiene diarrea”, relata el músico, con tono humorístico.

Aquella inundación que casi le cuesta la vida

El tema de la inundación también le trae recuerdos tristes al maestro Luis Szarán, sobre algunas duras experiencias vividas durante su infancia campesina, en Yuty.

“Una vez llovió durante varios días y nos quedamos sin provistas. Yo tenía cinco años de edad y fuimos a caballo con mi hermano mayor hasta el pueblo, que quedaba como a 15 kilómetros. Era imposible saber cuál era el sendero original, porque era todo agua y los animales pierden así la memoria de su ubicación, que es también el drama de la gente, ahora”, narra.

Tras adquirir las provisiones, Luis y su hermano regresaron a caballo por el camino desbordado, hasta la finca familiar. Fue entonces cuando les ocurrió un grave accidente.

“Al intentar cruzar por un puentecito, perdió pie el caballo de mi hermano y le arrastró la corriente. Yo iba detrás de él, colgado del cuello del caballo, porque el mío iba con una cuerda sujeta al caballo delantero. Mi hermano se atajó de una rama y me gritaba para que no suelte al caballo, que ya no hacía pie. Casi no recuerdo cómo fue que salimos y llegamos a casa. Solamente me acuerdo de la cara de mi mamá, cuando vio que todas las galletas que trajimos estaban mojadas, la yerba sin sabor y el azúcar que endulzó las aguas del riacho Y aka mí, que desemboca en el Tebycuary. Por un pelo, no iba a poder contar esta historia”, refiere.

Del Lago Ypacaraí al río Paraguay.

Ya consagrado como un gran director orquestal, entre 1980 y 1995, Luis Szarán se estableció en una residencia en Areguá, frente al Lago Ypacaraí, en la zona de Estanzuela, siempre atraído por el embrujo del agua.

“Quince años de mi vida los pasé en ese paraíso, en Areguá. Al volver de los ensayos de la OSCA, por la noche entraba a nadar en el Lago. Pude ver su lento deterioro y las promesas de todas las comisiones que se arman cada año, después de los plagueos de la prensa. Son comisiones de las que formé parte alguna vez y que duran hasta que pasa el verano, hasta las primeras lluvias de abril...”, cuenta.

La experiencia de testimoniar la progresiva destrucción del Lago Ypacaraí es para él un símbolo de lo que ocurre en el Paraguay y el tercer mundo. “Lugares donde se repiten todo el tiempo los mismos problemas, cambiando los protagonistas, y donde nunca hay solución. Llámese: corrupción, medio ambiente, inseguridad, estado de las calles...”, comenta. Una triste realidad que Szarán buscó y sigue buscando cambiar con su trabajo musical, principalmente desde el proyecto Sonidos de la Tierra.

“Finalmente, me enamoré de la Bahía de Asunción y pude comprar una casa en el Banco San Miguel, dentro del complejo del Club Mbigua. Viví allí cuatro años, de 1995 al 2000, y ahora regresé de nuevo, un poco antes de que también me convirtiera en un damnificado por la inundación”, precisa.

En estos días, Szarán, quien compartía la vivienda con sus hijos y con su amigo Rafael “Palilo” Jiménez, campeón de pesca, fue testigo y protagonista de cómo el avance de las aguas del río iban dejando sin hogares a muchas humildes familias ribereñas.

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Con uno de sus hijos y con su amigo Rafael (Palilo) Jiménez, campeon de pesca. | Foto: Gentileza

“Conozco a toda la gente de esa zona aledaña. Son pescadores, gente buena y emprendedora. No hay delincuentes, pero estos vienen de otros sitios, cada tanto. Es muy fuerte ver y sentir la impotencia de no poder detener la suba del agua, ver como la gente resiste hasta el último momento, y finalmente se van replegando, de modo inevitable. Me sentí uno más entre ellos, por eso hice esas fotos resistiendo en medio del agua, buscando darles coraje”, explica el maestro.

Szarán sabe que él es un privilegiado entre los muchos damnificados por la inundación, porque tiene la posibilidad de ir a vivir temporalmente a otro lugar seguro y confortable, mientras que a la mayoría de los demás pobladores solo les queda la opción de instalarse en algún precario campamento, en un terreno baldío, en una cancha o una calle.

Por eso, en medio de la evacuación y la mudanza de su casa inundada, él no ha suspendido su intensa actividad en el programa Sonidos de la Tierra. Sabe que esa es su manera de ayudar a que las cosas cambien un poco más. Y también sabe que, más temprano que tarde, el río bajará otra vez de nivel y habrá que volver y empezar de nuevo, como en la bella canción de Maneco Galeano, Soy de la Chacarita, que el maestro ha interpretado tantas veces:

Mi casita su puerta perdió, la invadieron las aguas,

en canoa de penas subí, emigré, emigré hacia la altura,

pero un día a mi hogar volveré, erguiré sus paredes

aliado al trabajo, al sol, a la fe, crisol de mi esperanza.