Si sumáramos la cantidad de dinero que pierde el Estado en obras mal hechas, ex profeso mal diseñadas, no controladas en tiempo y calidad, es probable concluir que el sinónimo de corrupción de “echar a perder”, domina el pasivo de nuestra realidad-país.
Lo que acontece con el Pilcomayo es una muestra de desidia criminal.
Desidia. No se hizo el trabajo donde debiera, se invirtieron casi cinco millones de dólares en el lugar equivocado, donde los mismos contratados sabían. Lo que nos lleva a concluir que existe una asociación montada para delinquir desde el mismo Estado.
Desde ahí se hacen mal las cosas y los resultados terminan siendo como aquella ruta asfaltada de la que hoy solo queda el recuerdo en el mismo Chaco.
Si fuéramos pragmáticos y honestos esta debería ser una obra de los menonitas que tienen equipos y hacen tareas viales en la zona. Ellos tendrían que ser contratados para dicha tarea y como tienen más ética que los funcionarios públicos locales, harían la tarea en tiempo y modo.
Ahora no tienen agua en el Pilcomayo, ni aquella que venga por el acueducto mal hecho y menos de las plantas desalinizadoras montadas por Camilo Soares.
El ministro de Obras, que nadie puede explicar por qué aún permanece en el cargo, les dice a todos que no se preocupen, que las lluvias de diciembre ¡resolverán todo! Lo afirma en junio, como si seis meses no fueran suficientes para producir una tragedia en la zona.
Los incompetentes y corruptos en el Estado nos han hecho perder vidas y haciendas.
Confiamos en ellos, les pagamos bien, se aprovechan de nosotros pidiéndonos que les demos un suplemento por presentismo y el nivel de respuesta es pésimo y criminal.
Revuelta. Cuántas vidas se pierden en obras mal hechas, medicamentos vencidos o atención indebida todos los días, en un país donde el peso de los salarios cada día sube más para un pésima contraprestación.
La revuelta social no solo se desencadenará en Paraguay por la inequidad social, sino por sobre todo por la incapacidad del Estado para responder a las necesidades de la gente.
Cuando lamentemos perder la democracia por efecto y obra de los incompetentes y corruptos, nos pasará lo mismo que a Venezuela.
Estado corrupto. No vemos que los partidos políticos entiendan esta ecuación simple, por eso siguen operando como estructuras obsoletas que pueden seguir haciendo lo mismo que han hecho hasta ahora. Alvin Toffler, quien falleció esta semana, lo había advertido hace más de 40 años, pero la resistencia al cambio y a creer que esto aún podría durar en la misma forma por muchos años más, le ha sacado entusiasmo y compromiso a la democracia.
Ha servido a la consolidación de unas pocas fortunas, pero en el imaginario de la gente lo que vemos es un Estado incompetente, ladrón y corrupto, que se mofa de sus mandantes y de sus impuestos.
Total –como lo dijo el ministro de Obras Públicas– lloverá dentro de seis meses y todo volverá a la “normalidad”.