24 abr. 2024

Los colores de la política

Desde el golpe que derrocó a Stroessner en 1989, a las elecciones presidenciales acudieron nuevos partidos y movimientos que aportaron un abanico de ideologías a las opciones tradicionales. Te ofrecemos un recuento de las justas electorales post-estronismo.

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Por: Carlos Darío Torres

Fotos: Fernando Franceschelli/ Getty Images.

Las elecciones presidenciales en Paraguay nunca lo fueron en sentido estricto, pues la voluntad popular poco y nada pesaba a la hora de elegir a quien dirigiría al país. Así fue a lo largo de nuestra historia, y durante el estronismo no fue la excepción.

En 1963, los comicios tuvieron por primera vez a dos candidatos pugnando —es un decir— por la presidencia de la República: Stroessner, por la Asociación Nacional Republicana (ANR-Partido Colorado), y Ernesto Gavilán, por el Partido Liberal (PL). Ganó, como era de esperarse, el militar colorado ,con más del 85% de los votos.

En 1968, con la Constitución Nacional de 1967 que permitía solo una reelección, Stroessner se impuso con algo menos del 71%, frente a Gustavo González del Partido Liberal Radical (PLR), Ruy Ruffinelli del PL y Carlos Caballero Gatti del Partido Revolucionario Febrerista (PRF). Los liberales ya se habían dividido y la novedad fue la concurrencia de los febreristas.

“En 1968 había tres nucleaciones, la ANR, el PL y el PRF. Así fue hasta el final de la dictadura, porque si bien el PLR se volvió a dividir (llegó a haber cinco partidos liberales a finales de la década del 70), los reconocidos y oficiales eran el PL y el PLR. Entre los que no participaban estaba el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), la fracción principal de los liberales (con Domingo Laíno y Martínez Yaryes). El Partido Demócrata Cristiano (PDC) no participó porque nunca fue reconocido por el estronismo, y el Partido Comunista estaba proscrito”, explica el analista político Alfredo Boccia.

El panorama no varió en 1973. En 1977 se realizó otra Constituyente para introducir en la Carta Magna la figura de la reelección, esta vez ya sin restricciones para permitir que Stroessner fuera reelecto una y otra vez. Los abstencionistas dejaron de participar y Stroessner no tuvo casi oposición: fue reelecto en 1978, 1983 y 1988. El PLR y el PL siguieron prestándose para la farsa en esas oportunidades.

“En todas las elecciones el resultado era más o menos el mismo. Ya se sabía de antemano que los dos partidos liberales se repartirían la minorías y nunca se tenía una idea clara de cuántos eran en realidad los liberales, porque el PLRA no participaba en las elecciones”, agrega Boccia.

De golpe, el cambio

El descrédito a nivel internacional del estronismo, la fractura en el interior de la ANR y, fundamentalmente, la oposición de la sociedad civil, apuraron el golpe del 2 y 3 de febrero de 1989. A partir de ahí se abrió una nueva época para las libertades civiles en Paraguay, entre otros avances que trajo la democracia burguesa.

“Las elecciones de 1989 se hicieron con mucho apuro, como una especie de condición para que sigamos en democracia, aun a sabiendas de que los resultados no podían ser muy diferentes a los ya conocidos porque el padrón era el mismo del estronismo, pero ahí sí ya participaron otras nucleaciones. El Partido Comunista todavía no había sido reconocido”, afirma Boccia.

Ese año, además de los que venían tomando parte en las elecciones del estronismo, participaron por primera vez el PLRA y el PDC, volvió a competir el PRF y la novedad fue la aparición del Partido Humanista. El espectro seguía inclinado hacia la derecha, pero ahora sí se podía hablar de al menos dos opciones que se posicionaban un poco más a la izquierda, con los febreristas y humanistas, sobre todo estos últimos.

El colorado Andrés Rodríguez se impuso con casi el 77% de los votos; segundo quedó Domingo Laíno, del PLRA, con poco menos del 21%. Los demás quedaron por debajo del 1%. El jubilado del Fondo Monetario Internacional (FMI), el febrerista Fernando Vera, consiguió el 0,95%; el democristiano Secundino Núñez sacó el 0,7%; Carlos Ferreira Ibarra (PL), el 0,38%; Blas Manuel Mangabeira (PLR), el 0,31%, y el humanista Carlos Gustavo Callizo, el 0, 09%.

“La primera elección realmente plural fue la siguiente, la de 1993. Después de la derrota brutal que tuvieron el PL y el PLR, quedó solo como expresión del liberalismo el PLRA. Pero para su desgracia se presentó en esas elecciones, como partido nuevo, el Encuentro Nacional, que tenía un poco de todo: liberales, febreristas, gente de la Iglesia, del empresariado, progresistas, gente de izquierda que había estado en el Movimiento Asunción Para Todos (que había ganado en 1991 la intendencia con Carlos Filizzola). Era un menjunje donde había, sobre todo, mucha gente joven”, recuerda el analista.

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Con casi el 41% de los votos, el colorado Juan Carlos Wasmosy derrotó al liberal Domingo Laíno (32,13%) y al encuentrista Guillermo Caballero Vargas (23.14%). También acudieron otros partidos, como el Movimiento Amplio de Participación Nacional, el Movimiento Político Social Progresista, la Concertación Democrática Social y hasta el Partido Nacional Socialista. Pero la gran novedad fue la participación de un partido de la izquierda revolucionaria, el trotskista Partido de los Trabajadores (PT).

“En 1998 se produce la primera alianza entre dos partidos porque se suponía que habían aprendido la lección de 1993, cuando sumando los votos del PLRA y del PEN le hubiesen ganado a la ANR. Entonces se conformó la Alianza Democrática, que propuso la fórmula Laíno-Carlos Filizzola para sumar los votos de la oposición; y la derrota fue mayor aun contra el Partido Colorado, que se había dividido. Fue una elección muy polarizada, igual a esta de 2018", agrega Boccia.

En 2003 se presentaron, además de la ANR y el PLRA, otros partidos y movimientos, como Unace —que participó como escisión del Partido Colorado— y el Partido Patria Querida (PQ), de ultraderecha el primero y de derecha el segundo. Un poco más a la izquierda se situaban el PEN y el PH. Y bien a la izquierda, el Partido Patria Libre (PPL). También propusieron candidatos el Partido Frente Amplio y el Movimiento Fuerza Democrática Independiente.

“Unace era de ultraderecha y después se descubrió que el PEN era bastante más derechoso de lo que parecía en 1993. Participó por primera vez Patria Querida que, después de 2008, ya se convirtió en un partido residual”, aclara Boccia.

En 2008 se produjo lo que parecía casi imposible: que los colorados perdieran las elecciones presidenciales. La Alianza Patriótica para el Cambio (APC), conformada por partidos y movimientos socialistas, socialdemócratas y el PLRA, postuló al exobispo Fernando Lugo para la presidencia y derrotó a la ANR.

La destitución de Lugo, gestada por aliados y opositores en 2012, llevó a un abrupto final el breve tiempo en el que lo que podría considerarse la izquierda, estuvo en el poder. En 2013 Horacio Cartes llevó de nuevo a la ANR a la presidencia. La izquierda se atomizó y se repartió en varios frentes.

Entonces, desde 1989 ¿hubo realmente opciones diferentes a la derecha, con alguna posibilidad de ganar los comicios? Según Boccia, nunca hubo una izquierda electoralmente relevante hasta la aparición de Lugo.

“Yo decía que era una arritmia en la historia paraguaya, algo excepcional que no se iba a repetir con mucha facilidad, porque la izquierda paraguaya no había transitado el proceso largo de crecimiento y acumulación de fuerza, como hicieron las izquierdas de Brasil, Uruguay y Chile”, agrega.

Para el analista, Paraguay descubrió la izquierda a partir de las elecciones de 2008, cuando se empezaron a discutir los temas relevantes de la agenda de la izquierda, 30 o 40 años después de que ya se discutieran en la política latinoamericana.

¿Las razones?: “Este país es tan profundamente conservador, tan enormemente de derecha, que hasta es inexplicable que haya tenido un fugaz gobierno de izquierda. Por otro lado, es lógico que la izquierda exista. ¿Cómo no va a crecer en un país tan desigual? Tiene un sustrato, un caldo de cultivo social que hace que sea increíble que todavía no haya crecido más”.

Pero entre esas dos realidades —un escenario especial para partidos que movilizan a la gente en torno a las ideas de igualdad y un conservadurismo cultural que nos viene de la época de la colonia—, está el Paraguay, todavía bipartidista, de un bipartidismo conservador, muy extraño y poco funcional, a criterio de Boccia.

Mañana los paraguayos acudiremos de nuevo a las urnas. Los candidatos Mario Abdo Benítez (ANR) y Efraín Alegre (Alianza GANAR) son los que, por lejos, aparecen con posibilidades. Otra vez las opciones son el conservadurismo nacionalista y un liberalismo salpicado de progresismo, es decir, entre la derecha y la centro derecha. Es el Paraguay de siempre.

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Anzuelo

La Carta Magna de 1967 sustituyó a la de 1940 e introdujo la disposición de que un presidente podría ser reelegido una sola vez, lo que en teoría significaba un freno a la reelección perpetua de Stroessner. Fue el dulce que la oposición aceptó ingenuamente para participar en la Constituyente y en las elecciones del año siguiente.

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No a la farsa

En la década de los 80, los abstencionistas se habían nucleado en el Acuerdo Nacional, un pacto programático contrario a participar en las elecciones y en el que se encontraban el PLRA, el PRF, el Movimiento Popular Colorado (Mopoco) y el PDC. Estos partidos, no obstante, siguieron activando en política, soportando persecuciones pero con una oposición activa contra el régimen.