29 mar. 2024

Locura y vanidad

Carolina Cuenca

Por primera vez en el historial criminal del país hace unos días se condenó a dos personas que asesinaron por simple placer. Es un verdadero escándalo en el sentido etimológico de tropiezo a nuestra razón que trata siempre de establecer causas, motivaciones, excusas, un sustento que sea capaz de borrar la inquietud que produce el hecho de saber que podemos estar viviendo sin saberlo entre locos y enfermos de brutal crueldad.

Isaías y Gissella fueron condenados a 40 años por el homicidio doloso de Agustín, todos jóvenes, todos lindos, todos paraguayos, todos tan cerca de nosotros... Los acusados ofrecían favores sexuales a través de internet, la víctima contactó con la chica y ella ayudó a su amante a cometer el crimen en 2014. El joven murió desangrado, pero lo más oscuro es que los asesinos escribieron mensajes donde expresaron que verlo agonizar les produjo placer, uno tal que los llevó a también a mantener relaciones sexuales apenas cometido el crimen. Macabro.

Sexualidad, crimen y vanidad. “Lo mataría de nuevo porque me encanta matar”, “quiero a mi asesina favorita”, solo dos de las frases de los jóvenes asesinos me hicieron recordar aquella famosa de la reflexiva película El abogado del diablo, cuando al final el diablo sonríe victorioso y espeta: “Vanidad, mi pecado favorito”. Sí, vanidad. “El hombre y la vanidad mueven el mundo”, decía el desestructurado filósofo Michel Foucault, pero paradójicamente también abogaba en su arrogancia intelectual por que la locura guiara a la razón.

Pero esto no es así. Es evidente que en un mundo sin referencias claras, sin normas, sin prohibiciones, la libertad parece a sus anchas para ser y hacer de todo sin consecuencias ni cuentas que rendir, ¡he ahí su atractivo! Pero, cuando la libertad se mancha de sangre y de crueldad, cuando se desentiende de toda responsabilidad, en realidad, ya no es ella misma, sino una prisionera de las manipulaciones de un vicio enaltecido y cubierto con honores en nuestra sociedad: la vanidad, la cual también está ligada al acoso y otras maldades de moda.

En este momento en que tantos padres de familia están reclamando al Estado y sobre todo al Ministerio de Educación y Ciencias que deseche la ideología de género (la cual describe la sexualidad como una simple construcción social que no tiene en cuenta la biología ni la moral), y no se sobrepase tratando de asumir un rol que no le corresponde sino a los padres en primer lugar, cual es la educación sexual y moral de sus hijos, es interesante reflexionar sobre la salud mental y cómo esta puede ser promovida u obstruida por la falta de referencias realistas y claras sobre lo que es bueno y lo que definitivamente no lo es para la vida y la salud de las personas.

La vanidad se define como la creencia excesiva en las propias habilidades o la atracción causada hacia los demás. Implica arrogancia, engreimiento, soberbia. Es considerado el “vicio maestro”. Las historias de Lucifer y Narciso son ejemplos de perfectos vanidosos. La arrogancia y la vanidad mueven el mundo a través de la manipulación y el egoísmo de la lógica de poder por encima de la verdad. Cuidado, ¿cómo estamos educando a nuestros hijos en este sentido?