Tiene 15 años de edad, pero las marcas en sus manos y pies denuncian lo contrario: callos y vestigios de una vida áspera, dura, entre bocinas y asfalto. A veces quemante, otras de frío.
Corrió de su casa a los nueve años. No soportaba ver cómo su padrastro maltrataba a su madre. Se escapaba una semana, después volvía. Pero a los diez años hizo de la calle su patio y del centro abierto de la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia (SNNA), su segundo hogar.
A los 12 años –cuenta– probó marihuana y le gustó. A los 13, cuando estaban bebiendo caña, uno de sus “socios” le invitó un “nevado” –mezcla de cannabis y pasta base–. Fumó y se quedó prendado. “Un socio me dio un nevado y directo al crac me llevó", recuerda sentado en una silla plástica en el patio de la Unidad de Desintoxicación Programada (UDP) II.
Ingresó la semana pasada al Centro Nacional de Control de Adicciones (CNCA) con un cuadro crítico de intoxicación.
“Solía comer de vez en cuando, todo era crac, crac (...). Llegué a consumir 70 moñitos de crac en tres días sin dormir ni comer”, comenta.
Asaltaba para comprar una caja de 300 moñitos: envolvía la mitad para vender y consumía el resto. Cuando se le terminaba el dinero, volvía a robar. Pidió auxilio –asegura– en varias ocasiones a los educadores de la SNNA cuando se sentía hastiado: “Estaba flaquísimo, veía todo negro de tanta droga que consumía”.
Fumaba con otros dos chicos en la zona del Mercado de Abasto, donde hay al menos un centenar de niños y jóvenes en situación de consumo. La mayoría se guarece en el siniestrado Bloque C.
Ahora se redujo –dice– la presencia de ellos en ese lugar con la irrupción de la brigada policial del Grupo Lince.
“Mi idea es ir a un hogar para continuar mi proceso, estudiar y seguir después electricidad, si Dios quiere”, anhela, y si su entorno lo permite. Sucede que una deuda pública del Estado es, a decir de los expertos del CNCA, la implementación de la comunidad terapéutica: un tratamiento de larga estancia que puede durar hasta dos años.
“Ahora no busco más porque acá hay muchos remedios, esos que te hacen pasar la ansiedad”, relata con la determinación de dejar el crac.
Me fui a la escuela hasta el 2º grado. (...) A los nueve años me fui de mi casa, no soportaba ver a mi padrastro cómo le golpeaba a mi mamá.
Después de la internación quiero ir a otro hogar para hacer mi proceso y poder estudiar. Terminar la escuela, el colegio. Quiero ser electricista. D.S paciente