20 jun. 2025

La tierra tiembla y paredes se agrietan con cada explosión en el cerro Ñemby

La onda expansiva generada con las detonaciones en la cantera de piedra afecta a viviendas y escuelas situadas en cercanías del pedregal. Las vibraciones, incluso, se sienten hasta en el centro de la ciudad.

Partido. La grieta atraviesa como un rayo la muralla de la escuela San Pedro y San Pablo.

Partido. La grieta atraviesa como un rayo la muralla de la escuela San Pedro y San Pablo.

Por Pepe Vargas

Al silencioso tintineo de los vasos le sigue un estremecimiento del suelo que sube desde los pies hasta las rodillas. Esta especie de movimiento telúrico es lo que sienten los pobladores que viven en los barrios aledaños al cerro, donde desde hace casi medio siglo se extrae la materia prima para asfalto.

Dos veces al día se producen estas explosiones que van resquebrajando las paredes de las casas sin discriminación. Una a la mañana, a eso de las 10.00, y otra a la tarde, pasando las 17.00. Hace unos 15 años las detonaciones eran expuestas, no profundas como ahora, y se hacían con mayor frecuencia en cualquier momento del día.

Las grietas se extienden como malezas en los muros, incluso en viviendas de zona céntrica de la ciudad. Los vecinos cuentan que hasta la pared de la iglesia local sufrió rajaduras en varias oportunidades. “Tuvieron que cambiar todo el techo”, suscribe Georgina González, quien asevera que la empresa Concret-Mix ayuda a reparar constantemente el templo “por eso nadie dice nada”.

Si bien las explosiones bajaron de intensidad, los temblores son constantes. Desde la comisión vecinal Por la Recuperación y Preservación del Cerro Ñemby contabilizan unas 1.500 viviendas, con grietas en sus paredes y abertura en los tejados. Estas familias pertenecen a los barrios Caaguazú, Los Naranjos, Cañadita y Cerro Guy.

Refuerzo. Millones de guaraníes gastan los lugareños en reforzar con varillas las paredes; a los que se suman las goteras por el tejado removido.

“El año pasado gasté tres millones de guaraníes solo en varillas”, relata César Osorio, quien vive con su familia hace 25 años en Los Naranjos.

Toda su casa está agrietada. “Fijate que las paredes ya no están iguales, incluso bajó el nivel de la base del piso”, apunta un sector de su habitación.

“Mi casa está toda agrietada por completo y mi temor es que alguna vez se caiga”, manifiesta. Su esposa asegura que es la tercera vez que reforzaron con crucetas de hierro las paredes, pero “vuelven a agrietarse con el temblor del cerro”.

Georgina González, su vecina, refiere que está “endeudada hasta la coronilla” por las refacciones permanentes que debe hacer en su vivienda. “Reparas, te aguanta un mes y después, al mes y medio, tenés que reparar de nuevo porque a veces se rompe el techo, otras la pared; y hay que poner el hierro o si no se puede caer la pared encima”, se queja.

Hugo Céspedes, presidente de la citada comisión vecinal, cuenta que la firma Concret-Mix reconoció los daños producidos y reparó las casas a unas 50 familias afectadas. Pero eso fue hace unos diez años. “El problema es que no pasa un mes y ya se vuelve a resquebrajar”, remarca.

Escuelas. Existen al menos 3 centros educativos que están casi al pie del cerro: Divino Maestro (barrio Envapar), San Pedro y San Pablo (Los Naranjos) y Bienvenido Osorio (Caaguazú). Los alumnos de esas escuelas sienten por igual las vibraciones y padecen las nubes de polvo de la cantera.

La escuela San Pedro y San Pablo, en particular, tiene fisuras en paredes y techo. “Las tejas se movieron y gotea cuando llueve. Esta era el aula más linda y ahora se quemó un ventilador por el agua”, apunta Rosa Martínez, docente del 2º grado y vecina del lugar. “Mi casa está a dos cuadras, también está agrietada y la de mi vecina ni qué decir”, cuenta.

Ahora las detonaciones en la cantera se realizan a una profundidad de unos 10 metros. Los temblores igual se sienten y los daños no cesan. Para peor, este método está afectando aparentemente al Acuífero Patiño.

En el centro mismo del macizo hay una fosa de unos 60 metros de profundidad recargada, no solo con lluvia, sino con las aguas subterráneas.