Hace mucho –desde la dictadura stronista– que la Facultad de Derecho UNA es un feo síntoma de retrocesos democráticos y jurídicos.
Más allá de las artimañas discursivas que sus exponentes esgrimen, tratando de entronizarse como la encarnación de los principios y valores de una sociedad democrática, en convivencia equilibrada con justicia y paz, en el fondo trasunta meros actos de chapucería y mal remedo de juristas respetables y honestos.
Salvando siempre las excepciones que hay, para evitar que todo esté perdido, esto se traslada, lamentablemente, a la población de estudiantes que en un alto porcentaje reproduce los vicios del modelo y los de sus cuestionables y cuestionados maestros: jueces, fiscales, ministros de Corte y abogados de pasillo.
El abuso de poder, la vulneración de la regla, el desprecio hacia el derecho de los demás y la transgresión aviesa de códigos y leyes, porque la prepotencia, el autoritarismo y la petulancia –hasta de clase– pueden más que la dignidad de los otros, son las constantes. Todo de la mano de las prácticas prebendarias, autoritarias y del che la amandáva de los dirigentes del Partido Colorado –partido de Gobierno– que se instaló hace décadas en DUNA e hizo de ella una plataforma de operación, provocando perjuicios de diversos niveles a la sociedad, al país y sus instituciones.
El abogado –que sale– es el auxiliar de la Justicia, muchos incluso llegan a la judicatura, a la legislatura y al Poder Ejecutivo. Es el que tiene en sus manos lograr que la aplicación de la norma sea justa, ecuánime y equitativa. Sin embargo, mirando la administración de Justicia en el país, lo que se ve no es halagüeño: corrupción, injusticia, venalidad, estelionato, etc.
Entonces, esto de la candidata al Centro de Estudiantes –Alejandra Vera, hija del ministro de Senad, Hugo Vera– cuyo movimiento regó de alcohol su campaña y rifó automóvil, pasajes, etc., en el cierre, donde sus operadores golpearon a periodistas y destruyeron cámaras, no es un dato menor; constituye la síntesis de lo que ocurre: la perversión de las cosas, con antecedentes y cómplices.
La trastienda del asunto es aún más truculenta. Un centro estudiantil no tiene incidencia real en esferas de decisión. Entonces, ¿por qué tanta parafernalia y acciones casi de vida o muerte? Por lo que mueve. Por la red de relaciones que genera –con el poder político y económico, con magistrados, con autoridades académicas, el tráfico de toda laya, etc.– y por la cercanía de las elecciones generales de 2018.
No significa que no ocurran cosas similares en otras facultades, pero en Derecho es donde hacen de la injusticia casi un asunto de culto...