Por Darío Bareiro
CAACUPÉ
Una multitudinaria ceremonia se celebró ayer en la Villa Serrana en el marco del cierre de la Octava en honor a la Virgen de Caacupé. Desde bien temprano, los peregrinos tomaron la banquina derecha de la ruta II para pagar sus promesas y llegar a tiempo a la misa central.
La explanada del Santuario quedó pequeña para la gran cantidad de fieles que participaron de la ceremonia religiosa presidida por Claudio Giménez, obispo de la Diócesis de Caacupé. Vestidas de vírgenes, con imágenes y botellones en los brazos, los fieles oyeron la homilía en la que se exhortó a los feligreses a esperar con paciencia la segunda venida de Jesús.
El prelado habló además de la primera venida en Belén y recordó a San Bernardo, un monje famoso que se había referido a la primera, segunda y tercera venida de Cristo. El religioso decía que esta última es una vuelta intermedia que solo puede ser percibida por los elegidos.
“Jesús no nos abandona, está siempre con nosotros”, anunció el obispo de Caacupé. Monseñor Giménez motivó a los fieles a practicar la palabra de Dios en la vida diaria de cara a la Navidad, a través de la transformación de la fe en caridad, respeto mutuo, perdón y reconciliación.
El octavario finalizó con una procesión por los alrededores del Santuario. La imagen de la Virgen fue llevada en andas por los feligreses de distintos puntos del país. El peregrinar fue difícil por la gran aglomeración de fieles y vendedores que tomaron las calles adyacentes al templo. “No empujen”, fue la frase más repetida durante la peregrinación.
TRES DESEOS. Luego de la procesión, el obispo de Caacupé dio a conocer tres deseos principales que tiene para que Paraguay levante cabeza. El primer deseo del religioso se trata de la eliminación del doble discurso de las autoridades.
Su segundo deseo tiene que ver con pensar seriamente en el desarrollo del pueblo. “Nuestro pueblo es grande, se merece y debe ser ayudado por todos, empezando por los que gobiernan y siguiendo por cada ciudadano, cada cual en su puesto. Podemos ayudar al Paraguay, engrandecerlo y podemos llegar lejísimos”.
La evangelización es el tercer deseo de Giménez. Pidió que la Iglesia tome cada vez más en serio lo que se ha propuesto: “evangelizar las familias y a través de las familias, llegar a todo el Paraguay”.
El octavario finalizó con el pedido de disminuir la corrupción empezando por uno mismo, en la familia y en la sociedad. Este clamor fue oído ya por los fieles que habían participado del novenario y de la solemnidad de la Virgen.