23 abr. 2024

La herencia de Cartes

Luis Bareiro - @LuisBareiro

Cuando le resta ya menos de un año en el poder, Horacio Cartes ordena difundir en cuanto espacio sea posible lo mucho o poco que hizo. Es previsible y es legítimo. Y tiene para mostrar, de eso no hay dudas. El discurso se centra en casas, rutas y becas. Son buenos golpes de efecto.

El problema son los silencios del discurso, lo que no se dice porque se sabe que son fracasos. Lamentablemente, esos fracasos sepultan por su abrumadora importancia lo que pudo haber hecho de bueno. En el discurso de Cartes no se habla de educación pública ni de salud.

Es un fracaso que nace en la concepción misma de desarrollo de un hombre para quien la educación no tuvo mayor relevancia, para quien el conocimiento y la instrucción fueron innecesarios a la hora de amasar una fortuna inconmensurable.

Es la visión desde afuera de quien jamás necesitó acudir a los servicios de un hospital público. Es la fórmula de quien nunca tuvo que convencer, acordar o ceder para provocar una acción, de quien nunca requirió del diálogo ni de la negociación con quienes no fueran sus iguales. Es la mirada del patrón.

Por eso para Cartes la prioridad fue siempre crear condiciones para que se generen negocios, actividades lucrativas que permitan la creación de puestos de trabajo. Y esas condiciones –en el concepto de Cartes– suponen infraestructura y mano de obra calificada para el trabajo. Lo demás siempre vendrá por añadidura.

Es un concepto empresarial del desarrollo, probablemente bien intencionado, pero absolutamente insuficiente. Las consecuencias están a la vista. En cuatro años de crecimiento económico sostenido, a una tasa promedio de entre las más altas de la región, con una importante inversión en obras públicas y una macroeconomía sólida (baja inflación, tipo de cambio previsible y déficit fiscal controlado) el porcentaje de pobreza y pobreza extrema se mantuvo básicamente igual que al inicio de su gestión.

No hubo un solo cambio estructural en la educación, ni siquiera en algo tan básico y secundario como el espacio físico donde estudian niños y jóvenes. No se planteó una sola reforma de fondo del sistema de salud pública ni del modelo de seguridad social.

Hubo y hay esfuerzos ais- lados de construir políticas públicas que identifiquen con nombre y apellido la pobreza, que tracen una ruta para la transformación del sistema de salud, que dibujen un mapa de lo que debe ser la reforma educativa; pero no contaron con el apoyo incondicional del presidente. No se puso esos proyectos al hombro, no fueron nunca su prioridad, no invirtió su capital político en ellos, no le robaron el sueño.

Casas y rutas. Son importantes, sin duda; incluso podemos decir que son indispensables, pero de nada valen si antes no se garantizan educación pública de calidad y cobertura de salud. Mientras, podemos seguir creciendo que igual la apropiación de la riqueza seguirá concentrándose en los menos y ampliando la brecha con los más.

La lección que deja Cartes es esa. Su herencia no será lo que hizo, sino lo que dejó de hacer.