19 abr. 2024

La grieta que divide el alma del Paraguay

Andrés Colmán Gutiérrez – Twitter: @andrescolman

Entre la magia y la maravilla, el Paraguay también arrastra una larga historia de rencillas entre compatriotas, como si lleváramos en nuestro metabolismo el ADN de Caín y Abel.

Una lista breve e incompleta: Lopistas y legionarios en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Las revueltas entre los saco puku y saco mbyky liberales en 1922. La Guerra Civil de 1947. Los que sostenían a la dictadura de Stroessner (1954-1989) y los que estábamos en la resistencia. Los argañistas y los oviedistas, en la década de los 90. El Marzo Paraguayo de 1999, con dos países enfrentados a muerte en las plazas del Congreso.

Eran quizás peleas entre grandes caudillos, pero también choques de proyectos políticos y modelos distintos de país. Ante la incapacidad de confrontar con ideas y participación popular democrática, se recurre a la fuerza, a la ilegalidad y hasta al uso de las armas, con lamentables pérdidas de vidas humanas.

“El Paraguay es como un gran espejo muy luminoso, que se ha roto en muchos fragmentos...”, había escrito Augusto Roa Bastos.

En estos días, el país se encuentra de nuevo fragmentado, esta vez con una grieta distinta, más desgarradora. La crisis divide y enfrenta a amistades de toda una vida, a compañeros y compañeras de causa, a militantes de izquierda y de derecha, a colegas y parientes. Personas que han compartido luchas históricas y que arrastran solidarios lazos afectivos, hoy se atacan unas a otras con insultos y amenazas en las redes sociales de internet y en los grupos de Messenger o WhatsApp, se borran o se bloquean mutuamente en sus cuentas de Twitter o en sus perfiles de Facebook, según cuál sea la postura que asumen, en contra o a favor del proyecto de enmienda de la Constitución para habilitar la reelección presidencial.

Violadores de la Constitución, ratas de la oligarquía, asesinos, cómplices de Cartes y Lugo, empleaditos de Zuccolillo y Vierci, sicarios mediáticos... son algunos de los epítetos que se intercambian desde uno y otro bando, en una pelea que no solo provoca rupturas afectivas o ideológicas, sino que levanta muros de intolerancia cada vez más altos, cerrando posibilidades a la reflexión o el diálogo.

Ya no es solo una maquiavélica pelea entre dos grupos políticos, por el botín del poder. Ya no importa tanto si se viola o no (una vez más) la Constitución. La grieta se nos ha metido en el alma del Paraguay, y nos afecta a todos, incluyendo a quienes optan por no involucrarse, a quienes creen que esta no es su lucha.

Gane quien gane esta pelea, el que pierda será el Paraguay. Nos dejarán la inmensa tarea de cerrar la grieta, de reconstruir entre las ruinas del incendio. La única ventaja es que esta no será la primera vez que lo hacemos, a lo largo de nuestra desgarrada historia.

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