Llevo un tiempo pensando en escribir sobre este tema; y entre tantos despioles, queda siempre aguardando por mejores días. Pero creo que esos mejores días van a tardar un poco en llegar, así que aquí va.
Creo que no hay peor dinero gastado en esta ciudad, escuche bien señor intendente, que el que se usa para pintar las franjas peatonales.
Millones gastan en esa pintura blanca que al final nadie respeta. Eso lo saben bien los peatones, y para que los automovilistas entiendan mejor les explico. Peatones son esos que van caminando por la calle, y que a cada rato se cruzan en vuestro camino.
Son esos molestosos seres que se interponen entre sus autos y el infinito; son esos velocistas que entrenan para sobrevivir y llegar al otro lado de la calle.
Repito, es mucho dinero malgastado en unas franjas blancas sobre el pavimento. A veces quiero creer que, cada troglodita recibe su registro con la expresa recomendación de hacer caso omiso a la tan mentada franja. De otro modo no se explicaría por qué tantos la ignoran. Por qué tantos de estos palurdos con coche al ver un peatón cruzando la calle pisan a fondo el acelerador.
Eso sí, no se imaginan la emoción que nos embarga cuando alguno nos cede el paso, es un sentimiento tan hermoso, es como recuperar la confianza en la humanidad, durante algunos minutos.
Chorros. El problema de cruzar una calle, y que nadie respete la franja peatonal es un problema de ayer. Hoy ha sido sustituido por el miedo a los chorros. Esos que se te acercan despacito, estiran tu cartera y salen corriendo. O los más malos que van armados, que te disparan un balazo y se llevan tu celular, y a veces tu vida.
Por mi vecina supe que el barrio también está siendo visitado por estas personas. Bueno, sé que al tratarlos de personas me arriesgo a ser escrachada por defender los derechos humanos de los malandros, y por las dudas les aclaro que no pertenezco a ninguna oenegé de DDHH. Aunque igual pueden escracharme que a mí no me importa.
Lo que sí me importa es que la sociedad está embobada pidiendo la pena de muerte para los motochorros, pero se olvida de las autoridades a quienes pagamos para que nos den seguridad. No es un chiste que ya no podamos confiar en la policía. Es grave y nadie le reclama al presidente. Y no, la responsabilidad no es de todos.
Uno paga sus impuestos, trata de ser una buena persona, cruza por la franja peatonal y algunos hasta van a misa los domingos, y ahora encima de todo tenemos que quedarnos encerrados en nuestras casas para que no nos acuchille un adicto al crac, porque De Vargas no saber qué hacer.
Yo digo que no. Que acá el comandante de la policía, el ministro del Interior y el presidente Cartes tienen que dar la cara, pero sobre todo, tienen que hacer (bien) su trabajo. Hagan algo, ¡¡inútiles!!