02 nov. 2025

La extinción de los neandertales fue lenta y casi agónica, según un experto

La extinción de los neandertales fue un proceso “lento” y “casi agónico”, un fenómeno “multicausal” que probablemente ya se había iniciado antes de la llegada a Europa de los humanos modernos, lo que en todo caso aceleró su declive hasta la desaparición hace unos 38.000 años.

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Los neandertales eran cazadores y recolectores, tenían “solidaridad grupal”, tecnológicamente “estaban muy adaptados” y controlaban “de manera muy inteligente” el fuego. Foto: antena3.

EFE


“Hay que romper con la idea de que los neandertales se extinguieron básicamente porque eran incapaces de adaptarse a su medio ambiente y al clima”, aseguró el investigador y gestor de Colecciones Líticas del Centro Nacional de Investigación Humana (Cenieh) de España, Joseba Ríos-Garaizar.

Ríos-Garaizar, uno de los mayores expertos en los grupos de neandertales que vivieron hace decenas de miles de años en la región cantábrica española, está empeñado en romper con la imagen “caduca” que aún representa a los miembros de esta especie humana como “bárbaros” y “bestias”.

“Muy al contrario -señala-, tenían capacidades organizativas, simbólicas e intelectuales mucho más avanzadas de lo que se pensaba”, afirma.

“De hecho los neandertales y los humanos modernos mantuvieron relaciones de las que hubo descendencia. Se me hace muy difícil pensar que eso hubiera podido pasar si hubiéramos sido muy, muy diferentes”, mantiene este experto.

Ríos-Garaizar aclara además que la especie neandertal, que vivió durante más de 150.000 años en un “amplísimo” territorio comprendido entre Uzbekistán y Gibraltar, tuvo “una gran variabilidad de poblaciones” y habitó “lugares geográficos con características muy distintas”, tanto “en épocas glaciares durísimas” como en momentos “casi tropicales”.

Y a todo fueron “capaces de adaptarse” gracias a una “cultura material” y “una tecnología” que era “variable” y “diferente”, según las situaciones.

Los neandertales eran cazadores y recolectores, tenían “solidaridad grupal”, tecnológicamente “estaban muy adaptados” y controlaban “de manera muy inteligente” el fuego, explica.

Además, eran “grandes cazadores” que empleaban distintas estrategias para capturar animales diferentes, probablemente tenían conocimientos de las propiedades curativas de algunas plantas, en ocasiones enterraban a sus muertos y poseían unos conocimientos “muy profundos” de su entorno natural, describe Ríos-Garaizar.

En este contexto, algunas investigaciones proponen que, hace unos 70.000 años, el número de individuos de esta especie humana sufrió una “gran contracción” ligada a “un empeoramiento climático muy rápido”, en un espacio de 4.000 o 5.000 años, con una disminución de los recursos disponibles que probablemente provocó el aislamiento de unos grupos y la extinción local de otros.

El especialista recuerda que, a pesar de ello, los neandertales fueron capaces de superar este crítico “cuello de botella”, hasta el punto de que “sus mejores expresiones culturales se produjeron justo inmediatamente después”.

No obstante Ríos-Garaizar cree “probable” que la llegada de los primeros humanos modernos a Europa hace unos 43.000 años sorprendiera a los neandertales en un momento de “equilibrio precario” similar, en el que la presencia de “una nueva especie”, como el hombre moderno, que era “una competidora directa por los recursos”, probablemente supuso su “golpe de gracia”.

“Además -aclara el arqueólogo-, los neandertales tenían una población estable, mientras que los humanos modernos estaban por todo el resto del mundo antiguo, con un crecimiento constante de población probablemente en África y en Oriente Próximo, con lo que estuvieron llegando sin descanso a Europa, mientras que la población neandertal iba decreciendo poco a poco”.

Una recesión constante hasta su ocaso final que se prolongó a lo largo de varios miles de años en los que ambas especies convivieron en Europa y en los que se produjo “algún tipo de vínculo, contactos culturales y tal vez capacidad de empatizar”, como demuestra el hecho de que se produjeran encuentros sexuales y que parte de su ADN “viva aún en nosotros”.

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