Los que siguieron con atención las elecciones internas simultáneas de nuestras organizaciones políticas pudieron constatar por enésima vez que el sistema de representación proporcional tiene una lógica fuera de la cual la acción electoral es duramente castigada.
Nuestro sistema proporcional usa el sistema D’Hont para adjudicar las bancas de los organismos colegiados, el más justo y el más exacto de los sistemas de adjudicación disponibles, creado por el matemático belga Víctor D’Hont, en 1878.
La lógica es simple: Los grupos mayores prevalecen sobre los menores, los grupos divididos sucumben ante los grupos unidos, por la sencilla razón matemática, no política ni filosófica, de que el sistema adjudica bancas al mayor cociente, luego tiene la primera banca y, por tanto, más chances de obtener más bancas, el que logra ser el grupo más grande.
Esto lo comprobó en carne propia Colorado Añetete, el 17 de diciembre pasado, cuando compitió con al menos cuatro listas al Senado contra la lista unificada del cartismo y donde el cartismo, por obtener la mayor minoría, se adjudicó el mayor número de bancas, a pesar de haber perdido ampliamente las elecciones si las cuatro listas de Colorado Añetete pudieran sumarse. Pero no se las puede sumar en nuestro sistema.
Con ley de lemas, mecanismo vigente durante algún tiempo en Uruguay, se sumarían, pero nuestro sistema no es el de ley de lemas. Luego la minoría cartista obtuvo clara ventaja porque Horacio Cartes sí entiende cómo aprovechar el sistema.
La misma estrategia que le sirvió el 17 de diciembre, la viene preparando Cartes desde mucho antes de esa fecha para el 22 de abril, generando una miríada de listas independientes al Senado, a las que financia directa o indirectamente, y que tienen un objetivo tan simple como la simple lógica del sistema: Restar votos a las listas realmente opositoras para reducir sus posibilidades de ser la minoría más grande; mantener para su lista, la que él encabeza seguido de Óscar González Daher y otras estrellas de la corrupción que vive la República, las mejores chances de ser la minoría y lograr, en la eventualidad de que algunos integrantes de estas listas independientes ingrese a la Cámara Alta, los veintitrés votos que necesita no solamente para jurar como senador, sino para gobernar el país desde el Senado.
De las alrededor de treinta listas que compiten por los cuarenta y cinco escaños en el Senado, hay al menos cinco que, autocalificados de opositores, desarrollan abiertamente el discurso del cartismo y que son promocionadas insistentemente por los medios del grupo Cartes: Partido Encuentro Nacional, Somos Paraguay, Partido de la A, Partido de la Juventud, Paraguay Seguro o Unión e Igualdad.
Es lo mismo que hizo tan bien el senador Blas Llano durante todos estos años.
Estos grupos comparten en líneas generales el discurso y el programa cartista sobre el Poder Judicial, por ejemplo, y se niegan a publicar quién les paga las cuentas.
Como se autodefinen como opositores, su objeto es restar votos a las listas verdaderamente cuestionadoras del “modelo Cartes” para que ninguna de ellas se convierta en minoría más grande y para garantizarle a Cartes el título de primer senador desde el que pretenderá seguir haciendo negocios desde el poder.