Es julio de 1899 en Viena. Después de tres meses de trabajoso andar al frente de la revista satírica Die Fackel (La antorcha), el escritor y periodista Karl Kraus hace el primer resumen de cuentas. Entre idas y venidas económicas, anota que la publicación recibió durante este periodo 236 cartas anónimas injuriosas, 83 cartas anónimas de amenazas y fue víctima de 1 asalto. La sociedad burguesa austrohúngara no resiste su propia imagen reflejada en la pluma afilada de Karl Kraus y le devuelve la ofensa de manera furibunda mediante la injuria y la violencia. Die Fackel se convierte en el azote de aquella sociedad, de sus instituciones públicas, de su cultura, de su periodismo.
El vienés Karl Kraus fue la crítica ácida al psicoanálisis en los albores del psicoanálisis que había nacido con Freud en la misma ciudad que él. “El psicoanálisis es la enfermedad que cree ser su terapia”, dice uno de sus más ingeniosos aforismos. Fue un látigo contra el sionismo, contra la doblez infecta de la moralidad burguesa, contra la cursilería esteticista del arte. A lo largo de 922 números de publicación irregular, repartidos durante 37 años, Die Fackel practicó un tipo de ironía sagaz y diatriba magistral como nunca antes el periodismo había conocido. Ese carácter fundador se corresponde con el encono ético que la publicación tenía contra el periodismo liberal que pretendía destruir. Porque ese tipo comunicación era la caja de resonancia de los intereses de una clase industrial vienesa que coqueteaba cotidianamente con la posibilidad de la guerra y, sobre todo, con las semillas destructivas del fascismo.
Kraus fue un temprano precursor de la crítica cultural mediante la sátira, de la que hoy practica un periodismo contra cierto tipo de periodismo como es el caso de la Revista Barcelona de Argentina, de El Mundo Today de España o El Panfleto de Perú. También lo es del histrionismo crítico de Diego Capusotto.
Además escenificó, en monólogos solitarios, tanto historias propias como dramas de Shakespeare. Presentó en Viena setecientas lecturas y recitaciones entre 1910 y 1936. En el número 300 estuvo presente el escritor Elías Canetti, el 17 de abril de 1925, nueve días antes de su cumpleaños 51. En La antorcha al oído (Debolsillo, 2015), Canetti contó: “Quien lo escuchaba una vez, no quería volver más al teatro; comparados con él, los espectáculos teatrales resultaban aburridos; él solo era todo un teatro”.
Ningún tema de su tiempo le fue ajeno. Pero cuando le preguntaron por Hitler, dijo: “No se me ocurre nada que decir”. En su ensayo de 1986 Danubio negro (George Steiner en The New Yorker, Siruela, 2009) el crítico arguyó: “El profeta se quedó sin habla ante la pesadilla de la realización de sus peores temores”. Esos miedos de Kraus, en estos tiempos de retorno neofascista, siguen existiendo 70 años después de su muerte, ocurrida el 12 de junio de 1936.