01 may. 2025

Itá Pytã Punta, el desafío de vivir al borde del barranco

Una mezcla de belleza y vértigo se conjugan en un sector del barrio Itá Pytã Punta, donde a lo largo de un kilómetro, desde el muelle de Molinos Harineros del Paraguay hasta los alrededores de los astilleros Kannonikoff, numerosas familias viven desde hace décadas, al borde de elevados barrancos.

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Al borde del abismo. Los altos murallones se erosionan y exponen a las casas al desplome. Foto: Rodrigo Villamayor.

Salir de las viviendas y encontrarse con un paisaje de ensueño, con un amanecer o atardecer observando el río, y tener cuidado para no resbalarse por el precipicio a través de los desgastados murallones de piedra, es la adrenalina que invade en cada jornada a la gente de este sector de Asunción, cuyo nombre traducido al español significa “punta de la piedra roja”.

Para salir a las calles, pequeños pasillos forman una red de comunicación con la parte “formal” de este sector, ubicado en los bajos de la Facultad de Filosofía de la UNA.

Empinadas escaleras –muchas de ellas materializadas de manera muy precaria– fueron construidas en diferentes sectores para llegar hasta las mismas aguas de nuestro principal afluente hídrico, ya sea para lavar ropas, pescar o movilizarse en canoas hasta la otra orilla.

Ramón Britos, quien reside en esta área asuncena, señaló que la mayoría de los pobladores viven de la actividad pesquera o de productos que traen desde la localidad argentina de Clorinda, a través de un riacho existente en uno de los brazos del río Paraguay.

“No se trata de contrabando. Se traen productos para el consumo y se vive de lo que da la pesca”, señaló.

HISTORIA. Por su parte, Luis Angeloni, otro poblador de este punto capitalino, explicó que la memoria de los ciudadanos del lugar dan como punto de nacimiento la malograda instalación de una suerte de usina de una empresa cuyo nombre era Paraguay Eléctrico.

“Fue allá por el año 1950 o antes. Esa firma al final no pudo instalarse aquí y quedó parte de la estructura de lo que sería la fábrica. Hay ladrillos grandes de la época que aún conservan algunas casas que se establecieron en nuestro barrio”, precisó.

Sin embargo, hay algunos que aseguran que residen en el sitio desde hace más tiempo, como el caso de Ramón Franco, quien tiene actualmente 74 años y asegura haber nacido en este rincón del populoso barrio Itá Pytã Punta.

El mismo dijo que cuentan con el servicio de energía eléctrica y agua potable, pero que el déficit principal está en la falta de sistema de desagüe cloacal, razón por la cual las descargas se hacen directamente al cauce del río.

Incluso en ciertos tramos del paso que se tiene en los altos riscos se observan improvisados baños que despiden nauseabundos olores.

Asimismo, resaltó que al igual que lo que acontece en otras franjas de la ribera capitalina, los moradores de las casas que están al filo de los acantilados no tienen el título de sus inmuebles, ya que se trata de terrenos fiscales.

“Ni siquiera se gestiona ese documento, tal vez confiados en la antigüedad que llevan residiendo en el vecindario”, comentó el frentista.

OBRAS. Angeloni indicó en otro momento que durante el gobierno municipal del intendente Carlos Filizzola se pudo asfaltar un tramo de la calle Luis Garcete (que es la continuación de Río de la Plata) y se cementaron los pasillitos que conforman el singular barrio.

Asimismo, el jefe comunal Martín Burt materializó la construcción del mirador Itá Pytã Punta, que es uno de los puntos de encuentro de las familias los domingos y feriados.

Algunos vecinos indicaron que no escapan al drama de la presencia de adictos, pero que en líneas generales, el ambiente siempre es de solidaridad y tranquilidad.