Hace un par de semanas autoridades del Instituto de Previsión Social (IPS) nos presentaron los resultados de un estudio actuarial que –en tono casi apocalíptico– nos advierte que si no se modifica la carta orgánica en el 2035, el fondo de pensión comenzará a presentar déficit financiero.
Particularmente, al revisar los números comencé a tener mis dudas. Cuando pregunté a las autoridades del IPS si esta proyección tenía en cuenta no solo los ingresos que se generan por el descuento en concepto de aporte obrero patronal, la respuesta que recibí fue bastante técnica en términos sobre proyección de esperanza de vida, tasa de natalidad, etc., pero en concreto fue un rotundo NO.
Es decir... no tuvieron en cuenta que el IPS tiene colocado fondos en cuentas de ahorro en bancos privados por más de USD 1.200 millones que, obviamente, le genera interés. Que el año pasado adquirió bonos de la AFD por G. 300.000 millones, que desde hace unos días lanzó un programa de créditos a través del Banco Nacional de Fomento y que también recibe ingresos en concepto de alquiler de inmuebles como es el caso del Hotel Guaraní.
Lo paradójico es que con todos estos ingresos, nos quieren hacer creer que la única salvación para el fondo de pensión es aumentando cinco años más el tiempo de aporte que hacemos como asegurados elevando la edad mínima jubilatoria a 65 años, que no se nos pague sobre el 100% de los últimos años de aporte porque para ellos “eso no pasa en ningún lugar del mundo”, y que se promedie nuestra jubilación sobre los últimos diez años de aporte. Lo que quieren es meternos la mano en el bolsillo para “salvar el barco”.
El ex ministro de Hacienda Manuel Ferreira me decía estos días que si se extienden demasiado los años de cálculo para el pago jubilatorio, por una cuestión inflacionaria, al final nuestra jubilación podría terminar en unas cuantas migajas. ¿Por qué? Porque al IPS le es más fácil cambiarnos las reglas de juego que hacer un trabajo serio, cruzando datos con el Ministerio del Trabajo y el Ministerio de Hacienda para saber el verdadero nivel de ingresos de los aportantes y, si detectan que alguien lo falsea, sancionarlo.
Pero hacer como esto requiere mucho trabajo, probablemente afecte el sacrosanto tiempo que se invierte en la preparación del tereré, el culto de la media mañana con empanaditas y los agradables ratos en las redes sociales de la perrada. El IPS, señores, tiene 16.200 funcionarios que absorben más del 51% de los recursos del fondo de salud, ¡plata que tendría que gastarse en medicamentos, mejor atención médica, infraestructura!
Como te imaginarás, estimado lector, la mayoría de esos trabajadores no son personal de blanco, y lo que es peor, las autoridades del IPS te dicen muy suelto de cuerpo que tienen más de 1.000 planilleros o que mientras los médicos residentes cobran 4,5 millones de sueldo, tienen personal sin título, que “entró por la ventana” y a los que se les paga de 7 a 12 millones.
En conclusión: Acá el despelote financiero pasa más por una pésima administración y nos quieren vender el cuento de que la carta orgánica es casi el “origen de todos los males”. Antes que intentar asustarnos con resultados de un estudio actuarial, es más urgente que se sometan a un análisis moral sobre cómo administran esos millonarios recursos, que en definitiva, es nuestra plata y no suya. Todo lo demás... ¡es tirar polvo bajo la alfombra!