El fin de semana publicamos una entrevista a Lilian Soto, candidata a senadora por el partido Kuña Pyrenda, feminista y de pensamiento progresista ella, que bastaron para que le cayera encima una jauría rabiosa que destilaba odio. Demasiado odio, y una intolerancia endémica que, de las cientos de opiniones expresadas tanto en la página del Diario como en Facebook, se notó que no pasaron del título de la entrevista.
Enceguecidos por el fanatismo, la mayoría de los opinantes no se enteró de que, de llegar al Congreso, una de las propuestas de las candidatas de Kuña Pyrenda es plantear la reducción de la dieta y demás remuneraciones y privilegios principescos que perciben los legisladores paraguayos.
¿Acaso no es este un punto que indigna a la ciudadanía? Al menos así se expresaron millares de personas cuando se transparentaron informaciones sobre todos los recursos públicos que se destinan a los parlamentarios, desde vale para combustible hasta una jubilación exageradamente ventajosa que representa una afrenta para el resto de los ciudadanos.
Fundamentalismo, escasa formación en derechos humanos, incapacidad de comprender y aceptar el pluralismo ideológico, autoritarismo a flor de piel. Cero capacidad para desmontar con argumentos las ideas contrarias a las de uno. Actitud primitiva que busca imponer un pensamiento único y la propensión a descalificar al otro por su aspecto, color de pelo, ideología u opción sexual.
Todo esto trasuntan las “opiniones” de los que denostaron contra la candidata feminista, por ser tal y por sostener posturas que colisionan con el statu quo y las “buenas costumbres” que pregonan los dirigentes tradicionales a los que, por cierto, se deben el atraso y la situación de pobreza que afectan a la gran mayoría. Son los responsables del modelo que hace cada vez más ricos a unos pocos y condena al hambre y la miseria a una inmensa mayoría. Cuando buscamos las razones de actitudes tan violentas en los jóvenes. Cuando vemos cómo el fanatismo enfermizo e irracional se roba los domingos de fútbol en las canchas.
Cuando no podemos explicarnos por qué chicos de un colegio se toman a trompadas con los alumnos de otra institución educativa. Cuando nos escandalizamos ante los casos de violencia intrafamiliar o porque queman un templo, hay que recordar que parte de las causas están en la profunda intolerancia de los adultos, como estos que manifiestan su forma de pensar intransigente y grosera contra una persona que no piensa igual que ellos. Pintarse el pelo de color rojo o raparse la cabeza.
Declararse agnóstico o católico recalcitrante; decidir ser o no madre; afiliarse a un partido, elegir ser seguidor de un club de fútbol o defender al movimiento LGBTI, como lo hace Lilian Soto, forman parte del derecho a la libertad de elegir de cada persona y bajo ninguna excusa debe ser motivo de ataques.