En su homilía durante la celebración del Domingo de Ramos, monseñor Edmundo Valenzuela pidió levantar las palmas para saludar a Jesús y animarse a ser como Él a través de las acciones diarias. Realizó una comparación del evangelio del día de la entrada triunfal de Jesús de Nazaret a Jerusalén y destacó la necesidad de tenerlo presente y emular sus acciones como el haber entregado su vida por la humanidad.
“Es bueno que también como Jesús en la oración entreguemos nuestra vida con amor, generosidad, por el bien de nuestros familiares, nuestra Iglesia y la sociedad”, afirmó. Siguió y tomó como ejemplo a Judas, uno de los discípulos por el que pidió a los fieles bajar las palmas. “Los que abandonan la fe dicen ‘no me sirve para nada la fe cristiana, Dios, Jesucristo ni la Iglesia’. Traicionan a Jesús como Judas y recemos por todos los que de una u otra manera se enfriaron, se alejaron y se pervirtieron como Judas en la traición y el suicidio”.
Juicio. Valenzuela continuó el mensaje resaltando la necesidad de justicia. “Hoy más que nunca el Paraguay como el mundo entero necesitan de tribunales que amen la justicia, que amen procesos rápidos, baratos a favor de aquellos que sufren y son condenados. Hoy más que nunca nuestra sociedad reproduce acciones como Pilatos condenando a inocentes y salvando a los culpables. Y es este grupo de religiosos y fariseos que se burlan de Jesús y piden que haga el milagro de liberarse y él calla”, manifestó Valenzuela.
Pidió levantar las palmas por aquellas mujeres piadosas que asisten a Jesús en el evangelio.
EL PUEBLO GRITA. Monseñor Eliseo Ariotti, celebrante de la homilía en Caacupé, invitó a iniciar la Semana Santa con entusiasmo. “Comenzamos la Semana Santa entusiasmados, gritando ‘bendito el que viene en el nombre del Señor’, pero tenemos que saber que el que grita es el pueblo sencillo, porque el que no tiene hambre no grita”, destacó Ariotti, informó el corresponsal Darío Bareiro Fariña.
Ariotti señaló que el pueblo “grita” porque no está contento con lo que tiene y espera que alguien llegue para sacarlo de la miseria. Comparó ese momento con la entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén cuando el pueblo lo esperaba con entusiasmo, con gritos de júbilo, porque confiaba más en él.