Paraguay creció en los últimos años a tasas promedio superiores al 5%, nivel superior al de otros países de América Latina que lograron mejores resultados si se trata de evaluar el desarrollo medido en términos del bienestar de su población, de la calidad institucional del aparato estatal, de la ampliación de la infraestructura y de la diversificación de su economía.
Este alto crecimiento, ayudado por una larga trayectoria de estabilidad macroeconómica caracterizada por bajos niveles de inflación, endeudamiento y déficit, está en riesgo a corto plazo –2016– y a largo plazo.
Diversas entidades nacionales e internacionales ya redujeron la estimación del PIB para este año y prevén un nivel levemente superior para el próximo año. No obstante la menor tasa de crecimiento con respecto a años anteriores, un crecimiento del 4% no es malo si el mismo garantiza generación de empleos de calidad, especialmente para la juventud.
La inflación pareciera que se mantendrá por debajo de los dos dígitos, lo cual favorece la necesaria condición de previsibilidad para las inversiones y los negocios y permite que los ingresos familiares no pierdan su capacidad adquisitiva.
Por otro lado, un déficit público persistente sin capacidad del Estado para enfrentarlo ni por el lado del gasto ni por el lado de los ingresos, obliga a manejos inadecuados tal como está sucediendo actualmente en que parte del endeudamiento, en lugar de destinarse a inversión, se destina a pagar deudas anteriores.
Si el crecimiento de los últimos años no benefició a la mayoría de la población, no se debería esperar que un menor crecimiento sin cambios estructurales en la matriz productiva tenga mayor impacto. Pero ahora, se agrega el endeudamiento a largo plazo, con lo cual se traslada la responsabilidad del pago a las generaciones futuras.
Hay que recordar que en estos años de crecimiento no se creó una base social y económica sólida que pueda enfrentar el desafío que impone la triplicación de la deuda externa. Una estructura tributaria injusta que pesa sobredimensionadamente sobre la clase media y los de menores ingresos, que además tiene empleos de baja calidad y productividad que no contribuyen al pago de la deuda. Ya lo estamos viendo este año en que las recaudaciones tributarias no permitieron pagar los compromisos de la deuda.
En este contexto socioeconómico, se vuelve una relación compleja el pago de la deuda externa con una proyección de crecimiento relativamente baja para los próximos años. Pasaron los años de alto crecimiento del PIB sin tener que preocuparnos por el futuro. Se inicia una etapa de ralentización económica con endeudamiento. La pregunta que debemos hacernos es quiénes se beneficiarán con este crecimiento y quiénes pagarán la deuda contraída. El Gobierno debe plantear este debate y las soluciones para que el crecimiento y las obras producto del endeudamiento beneficien a todos.