La implacable campaña recaudatoria del Estado hubiera sido más coherente si nuestras autoridades también se pusiesen firmes en otros ámbitos, algunos prioritarios. Para empezar, se vuelve a recalcar el eterno dilema sobre la falta de un gravamen acorde para los sectores más poderosos: el sojero y el tabacalero. Si bien, la iniciativa del Senado de elevar a 20% el impuesto selectivo al consumo (ISC) para el tabaco es un inicio, la tasa aún es baja si se compara con los tributos que paga este sector productivo en otros países de la región.
Para aplicar el IVA a préstamos de las cooperativas (instituciones que tienen objetivos sociales, no solo financieros) y al comercio electrónico (cuyo movimiento aún es exiguo y debe ser alentado), los gobernantes son duros y no dan lugar a debates.
El gastado discurso de que el país tiene una imperiosa necesidad de recaudar más, no puede ser sostenido cuando vemos un sistema tan corrupto, planillero, prebendario, con múltiples sacos rotos (¿qué pasa con los USD 360 millones anuales de Itaipú para Fonacide?), y tan carcomido por los intereses de unos pocos, sin siquiera mencionar la altísima evasión impositiva existente. A esto se le agrega la cobardía de los representantes para reclamar nuestros legítimos derechos: como es el caso del pago por cesión de energía de Yacyretá, cuyo atraso ya lleva casi dos años y la cifra está cerca de los USD 150 millones.
El reclamo que hicieron los consejeros paraguayos, durante la última sesión del Consejo de Administración de la EBY, puede ser visto como un intento del Gobierno de querer sacarse la modorra antes de que finalice la administración de Cristina Fernández. La protesta por la falta de pago de la cesión es una medida justa y necesaria aunque lo que desalienta es que parece que el equipo de Horacio Cartes utilizó a los consejeros como carne de cañón, cuando el reclamo tuvo que haber ido en forma firme y directa vía Cancillería hasta la misma mesa de la presidenta argentina.
Si la deuda es con el Tesoro del país vecino y realmente hay deseos de cobrar, no se entienden las innecesarias vueltas. Además, para poder imponer respeto en Yacyretá, se tiene que dejar de tener a la entidad como un botín político y premio para los que acompañaron en campañas electorales, aunque esto último sigue siendo una utopía, analizando los últimos nombramientos.
Si el Estado quiere recaudar para mejorar nuestra condición de vida e impulsar obras (y sobre todo que estas se vean), que también ajuste las tuercas flojas en los lugares que debe y no solo se ponga duro con los sectores más pequeños y vulnerables.