El sacerdote argentino Carlos Ibáñez fue denunciado ante la Justicia por el presunto abuso sexual de diez jóvenes menores de edad, cuando era párroco de la iglesia Virgen de Fátima en Bell Ville, Córdoba, en 1991. Tras ser suspendido como cura por su obispo y ser procesado, desapareció de su país y apareció en Paraguay.
Con orden de captura internacional, Ibáñez fue detenido en 1994 y trasladado a la cárcel de Tacumbú, donde estuvo preso 11 meses, esperando su extradición. La Justicia paraguaya rechazó el pedido y el cura quedó libre, creó empresas comerciales y, aunque estaba suspendido, la Iglesia Católica local le dejó oficiar misas durante más de una década. Llegó al colmo de participar en la misa del papa Francisco en Ñu Guasu, a metros del Pontífice, metiendo de contrabando a su socio comercial Ricardo Antar Morel entre los religiosos.
Toda esta densa historia la pudimos conocer a través de #IglesiaOscura, una muy buena serie de reportajes realizados por el nuevo equipo de periodismo de investigación del diario La Nación, con reporteros que siguieron el rastro hasta Córdoba.
Se anticipó que al menos otros 4 sacerdotes acusados de pederastia permanecían ocultos en Paraguay, protegidos por sectores de la Iglesia local, pero al cuarto día la serie se interrumpió abruptamente y los autores denunciaron que ya no se publicaría. Se confirmó que una llamada telefónica del nuncio apostólico del Vaticano, monseñor Eliseo Arietti, a la propietaria del diario, Sarah Cartes, hermana del presidente Horacio Cartes, fue determinante para detener la investigación.
Hace rato que no se daba un caso tan flagrante de censura en la prensa paraguaya. Aunque hay quienes quieren responsabilizar principalmente al nuncio Arietti, la decisión de levantar una publicación es exclusiva de los directivos de un medio.
En este oficio siempre hay presiones, pero es regla del periodismo investigativo no abordar un tema si no se está decidido a ir hasta el fondo.
Lo ocurrido es un episodio grave, que ensombrece a todo el periodismo paraguayo. Suponíamos que un grupo editorial, ligado al actual presidente de la República, iba a tener problemas para encontrar temas que investigar, que no salpicaran a la actual gestión del Poder Ejecutivo, pero no esperábamos que iba a resultar tan vulnerable ante la presión de otro poder, como el de la Iglesia Católica, al punto de cercenar gravemente principios fundamentales del sistema democrático: la libertad de expresión y el derecho a la información.
Es destacable la reacción del gremio periodístico, que promovió movilizaciones de protestas en las redacciones, incluyendo a los propios periodistas de La Nación, que exigieron por nota que se levante la prohibición. También es muy importante que obispos de la misma Iglesia Católica paraguaya condenen lo ocurrido y pidan que se siga publicando. En la puja entre el país oscurantista y el país de la libertad, esperamos que gane el de la libertad.