Abrahán Fehr fue llevado de su casa en agosto del 2015. Fue uno de los tantos colonos menonitas secuestrados por el Ejército del Pueblo Paraguayo, en los últimos cinco años. Su muerte, ahora confirmada por la Fiscalía, nos obliga a pensar qué hicieron nuestras autoridades salientes en el tiempo que estuvieron al frente de los organismos de seguridad.
Uno de los mayores problemas heredados a Horacio Cartes fue el EPP, sin duda. Las primeras quemas de tractores en las que el grupo marcó presencia ocurrieron hace más de una década. Sin embargo, si tomamos en cuenta sus acciones, el 2013 es un punto de inflexión importante dentro de su historia criminal.
Apenas dos días después de la asunción presidencial, mataron a cuatro guardias privados en una estancia en San Pedro. Fue una antesala a lo que seguiría: más ataques, más homicidios y más secuestros. El secuestro de Fehr fue uno de los tantos que el grupo armado perpetró en simultaneidad, algo que antes del 2013 nunca hicieron. Antes tampoco hubo secuestros tan largos: El suboficial Edelio Morínigo está en cautiverio desde hace más de 1.280 días. Un reciente conteo señalaba que solamente en el gobierno de Cartes murieron más de 40 personas en manos del EPP.
Su secuestro también ocurrió en una zona supuestamente protegida por la Fuerza de Tarea Conjunta, una creación de este Gobierno que ya significó un gasto de al menos 23,5 millones de dólares, según informaban en setiembre del año pasado las Fuerzas Militares.
Lejos de significar mayor eficacia, este gasto público descomunal no trajo muchos logros: La mayoría de los secuestros en la historia del grupo fueron cometidos durante este Gobierno. Desde la oscura muerte del capitán Piñánez hasta las denuncias de detenciones arbitrarias y procedimientos violentos, la corta historia de la FTC tampoco está exenta de intrigas internas, acusaciones de corrupción, sospechas de extorsión y torturas en sus procedimientos.
La militarización de extensos territorios de San Pedro y Concepción tampoco significó una mayor presencia del Gobierno. El EPP sigue supliendo lo que el Estado no da. Ahí donde las instituciones brillan por su ausencia, el grupo armado paga cuotas de universidad, motocicletas y sobre todo se gana el silencio de pobladores de lejanas comunidades, atrapadas entre el miedo y la pobreza.
El hallazgo del cadáver de Abrahán Fehr es la más clara muestra del fracaso del Gobierno en su intención de desbaratar al Ejército del Pueblo Paraguayo.
Ante la escalada de violencia y la ausencia evidente de resultados, el discurso oficialista no puede brindar mayores explicaciones, más allá de eso de que el EPP ataca más “porque se le presiona más”. Un argumento patético e insultante cuando hay vidas perdidas y otras aún en riesgo. Franz Hiebert, Félix Urbieta, Edelio Morínigo y Bernhard Blatz siguen en cautiverio.
Ellos y sus familiares merecen una respuesta más digna de parte del Estado.