El senador expiró horas después del vigesimocuarto intento fallido de la Cámara por lograr su destitución. De acuerdo con el forense, el hombre estaba siguiendo la sesión por televisión desde su cama cuando la contracción de quince músculos faciales y el bloqueo de la faringe por la epiglotis, en coincidencia con la relajación abrupta del esfínter le provocaron la muerte. Más explícitamente, el profesional agregó: “Se cagó de risa”.
Su abogada Laura Casuso explicó que la inconveniencia del deceso impediría al legislador acudir al tribunal. La próxima semana debía decidirse si la causa que se le inició en el 2018 iba a juicio. Se frustró así el intento número 387 del vigesimonoveno agente fiscal responsable de la acusación.
Justamente, en la víspera de su muerte, el senador celebró los veinte años de su primera imputación en el centro de convenciones El Peluquín, de su ciudad natal. Un invitado especial fue el centenario Walter Bower, cuyo caso por torturas cumplió 39 años. Para quien quisiera escucharlo, juraba que en el fondillo de sus pañales llevaba impresa la fachada del Poder Judicial.
No era el único fetichista de la fiesta. Como es costumbre, hubo corpóreos de fiscales, detractores políticos, periodistas y la diosa Astrea. Se grabaron videos degradantes cuidando de que nadie mencionara los nombres de los agraviados, no fuera que alguien se diera cuenta de a quiénes iban destinados los insultos. Era una precaución innecesaria, por supuesto. Nadie en esa gala recibiría jamás una condena.
Hacia la medianoche tuvieron que llevarse en andas a un tal Canillas, que había llegado con un corpóreo amarillento y desdibujado por los años. Le habló toda la noche, pero fue imposible entender lo que decía. El alcohol y la cirrosis lo habían gastado tanto como el tiempo a su fetiche.
Muchos de los colegas del senador asistieron al evento. La mayoría había ingresado al Congreso luego de la aprobación del blindaje dos décadas atrás. Allí estaban los senadores Jarvis Chimenes y Elton Galán Rumich, y los diputados Jorge Escobar y Saguier Blanco. En la otra esquina, sus infaltables compañeros Víctor Bogado, Enzo Cardozo, José María Ibáñez, Carlos Núñez Salinas, Óscar Núñez, Milciades Duré y Fernando Nicora intercambiaban divertidas anécdotas de tribunales.
La fiesta por la impunidad, la llamaron los medios.
Curiosamente, ninguno de sus invitados asistió luego a la ceremonia de exhumación del senador. Otras autoridades tampoco. La presidenta Nadia Portillo alegó compromisos asumidos con antelación, y el titular de la Cámara, Gabor Martín Poka, explicó que no pudo llegar porque quedó atrapado en la zona de obras del Metrobús.
Solo dos borrachines estaban sentados en los bancos dispuestos para los deudos. Fueron pensando que habría vino. Estaban en silencio rumiando su frustración.
–Qué loco, hermano, veinte años y no lo pudieron sacar del Congreso.
–Veinte años y no lo pudieron meter preso –contestó el otro.
El primero reflexionó un largo rato sobre el asunto, y, de pronto, con una sonrisa pícara respondió:
–Sí, señor, veinte años... y adivina quién...
