Recuerdo haber leído hace un par de años que en el Paraguay de hoy, que crece en infraestructura y está en un proceso de industrialización, se necesitan unos mil ingenieros al año, pero que la Universidad Nacional de Asunción(UNA) apenas formaba 90 por año.
El dato me vino a la memoria a propósito de lo que leí lo en una entrevista el ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, me sonó totalmente de contramano, al decir: “Yo les insto y les recomiendo a los jóvenes que hoy en día están terminando su secundaria, que prioricen tener un oficio antes que ir a la universidad”.
Guárdense esta frase, que es muy reveladora. No solo, por quien lo dice, sino por el momento en que lo expresa y como lo plantea.
Antes de cualquier análisis sumemos otra noticia que refuerza lo que pretendemos demostrar.
En ÚH publicamos ayer que debido a recortes presupuestarios, la Facultad de Ingeniería de la UNA este año se habilitarán solo 350 plazas, 100 menos que el año pasado.
La reducción del presupuesto, según el decano de la institución, no les permite siquiera un crecimiento vegetativo del 10 % de nuevos ingresantes a la carrera.
Este hecho, y lo que piensa el ministro Sosa ratifican que el Paraguay carece de una política de Estado sobre educación y trabajo.
Es cierto que en el país faltan mandos medios también. Pero no se puede exhortar a los jóvenes, desde el Estado, a que aspiren a aprender un oficio y que no se ilusionen con llegar a la Universidad, porque eso les garantizará acceder a un puesto de trabajo. El tema es qué empleo y salario.
Si se gobernara con proyección y se tuviera claro que es lo que a corto, mediano y largo plazos precisa el Paraguay, para mejor su nivel de desarrollo y la calidad de vida de sus habitantes, los administradores del Estado deberían otorgar más presupuesto a aquellas carreras universitarias con mayor demanda en el presente y las que requerirá el país, según su crecimiento demográfico y económico.
Mientras en la región apuntan a fomentar la investigación universitaria, a facilitar el acceso a las carreras, y a aumentar las becas para que la universidad no sea exclusiva para ciertos sectores de la sociedad, aquí nada más y nada menos que el ministro de Trabajo, aconseja a los jóvenes a apuntar, como máxima aspiración, a aprender un oficio, antes que ir a la universidad.
¿Por qué no alentarlos a llegar más arriba? ¿Por qué no trabajar porque la educación sea una causa nacional?
Es cierto que precisamos de peluqueros, cocineros, electricistas, plomeros, carpinteros, piseros, panaderos, cajeros, etc. Y que también hay que formar en estos oficios. Pero el progreso de un país y su desarrollo económico no puede fundarse solo en servicios.
Ayudaría mucho al país si el Ministerio de Trabajo analiza mejor el tema, con ayuda de otras instituciones del Estado, y se forma una visión más amplia y ambiciosa para transmitir a los jóvenes.