“El error es una verdad que se ha vuelto loca”, decía Chesterton, mientras que el científico y escritor alemán Lichtenberg, apuntaba: “Las mentiras más peligrosas son verdades medianamente deformadas”. Algo –o mucho– de esto es lo que acontece en nuestros días sobre temas relacionados a la vida, el comportamiento humano o cuestiones relativas al respeto y reconocimiento de la dignidad humana, entre otros.
Así lo refleja el anuncio de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), de incorporar la materia El aborto como problema de salud, en la carrera de Medicina, desde la perspectiva de una “práctica médica con sustento legal”, según explicaciones de los directivos de la institución, añadiendo que el asesinato de seres humanos en el vientre materno –ya sea con medicamentos o el procedimiento quirúrgico– es un problema de “justicia social, y, sobre todo, de derechos a la salud...” Simplemente absurdo y fuera de toda lógica. No se puede hablar de justicia, cuando se elimina a un ser humano indefenso, o de derecho, mientras se le niega uno básico como el de nacer y vivir.
Son distorsiones en conceptos verdaderos como salud, derechos y demás; realidades deformadas a favor de intereses económicos y corrientes de pensamientos de moda. Por ello, a decir de Lichtenberg, más que a la mentira, hay que temer a las verdades medio deformadas, porque detrás de ellas se vienen abusos y justificaciones de la violencia y del crimen.
Hablamos de médicos que enseñan no a sanar y proteger al ser humano –misión y función elemental de la medicina y del código internacional de ética médica–, sino a destruirlo “de manera legal, segura e higiénica”. No tiene sentido.
Si una universidad deja de lado estudios científicos que exponen los detalles de la vida humana en gestación, mostrando su complejidad, valor y belleza, para entregarse en cambio a la ideología de turno, pierde su razón de ser, distorsiona su misión y reduce el horizonte de su accionar.
Y son muchos los ejemplos de esta confusión cultural en la que vivimos, como lo expone también la decisión del Colegio de Psicólogos de Santa Fe, del vecino país, de suspender a la psicóloga que asistió a una menor embarazada tras una violación, y que en vez de abortar, apoyada por su madre, la joven decidió dar a luz a su hijo y entregarlo en adopción.
En medio de tanto bombardeo informativo y relativización de principios elementales, está claro que es un gran desafío no terminar apañando esa “verdad que se ha vuelto loca”. Instalada en diversos ámbitos, es la más difundida, y acríticamente, sencilla de acoger, pero su enraizamiento implica el olvido del ser humano en toda su dimensión.