A esta altura es evidente que el principal fracaso de la gestión del presidente Horacio Cartes será en el ámbito de la seguridad. Ya transcurrió más de la mitad de su mandato y por los resultados que sigue teniendo, su gobierno difícilmente revertirá esto. Su objetivo ahora, por decirlo de alguna manera, debería ser que la cosa por lo menos no empeore mucho más. El Ejército del Pueblo Paraguayo, un grupo criminal que en administraciones anteriores llegó a estar muy debilitado, mató a 40 personas solamente durante la era Cartes y muestra ahora su faceta más violenta. Actualmente, hay cuatro secuestros en curso pero paradójicamente en los últimos tres años el Estado destinó más dinero que nunca a la seguridad en los departamentos del Norte del país.
El ministro del Interior ostenta, entonces, el puesto más difícil de todo el gabinete presidencial. En este cargo se resume toda la desgracia del cartismo. Acá no hay escala de grises. Si hablamos de fracaso, es que no hay duda alguna de que el gasto descomunal que implicaron la creación de la Fuerza de Tarea Conjunta y la militarización del Norte solo generó más desgracia en esa zona del país. Pese a quien le pese, los números no engañan. Que lo digan los menonitas. “No queremos decir que la FTC hace mal su trabajo, pero desde el año 2013, cuando se instaló aquí, empezaron los secuestros de nuestra gente”, advirtió un colono que ofició de vocero de su comunidad ante la prensa, días atrás en Río Verde, Santa Rosa del Aguaray. A todo esto hay que agregar todas las denuncias de extorsión en contra de militares y policías apostados en el Norte.
Esa es la situación que se le presentó a Tadeo Rojas al asumir el cargo más conflictivo de toda la función pública, hace unos tres meses. A pesar de toda la presión que debería estar sintiendo en este momento, Rojas logró encontrar tiempo dentro de lo que debería ser una ocupada agenda para reasumir su rol de dirigente colorado y trabajar en pos de la reelección de Horacio Cartes. Mientras él entregaba planillas de firmas por el rekutu en la ANR, colonos menonitas analizaban si abandonan o no el país ante tantos ataques y secuestros. Las señales que dio Rojas en la última semana –incluso justificándose al señalar que sus actividades partidarias las cumple fuera del horario de oficina– deben ser interpretadas como tales: Son señales de una forma de hacer gobierno. No hay que olvidar que el único mérito real para ser ministro de este diputado con permiso y licenciado en Administración de Empresas es ser un dirigente colorado.
Mientras los acólitos de Cartes nos quieren hacer creer que esta administración tecnócrata y neocolorada es imprescindible para sacar a Paraguay del pozo en el que nos metió la clase política tradicional –dígase otros gobiernos colorados y un breve periodo luguista y luego liberal–, el ministro Rojas nos devuelve un reflejo de la cruda realidad, de esa podredumbre institucional a la que la ANR nos acostumbró.