Los presidentes caminaban juntos hacia uno de los centros de eventos, en medio de un mar de guardaspaldas y miembros de seguridad.
Rodríguez, de impecable traje azul y corbata. El único que desentonaba en el grupo con su vestimenta era el presidente cubano, Fidel Castro, quien iba con su uniforme verde militar, su gorra de comandante. El presidente paraguayo no quiso dejar pasar la oportunidad y alzando la voz se dirigió a Fidel.
¡Comandante…! ¿No le parece que ya es hora de sacarse el traje militar y ponerse un traje democrático, igual que nosotros?
Los demás mandatarios festejaron la exhortación de Rodríguez, palmeando al comandante. “Si, Fidel, ya es hora”. “¿Para cuándo...?”. Fidel simplemente sonrió y guardó silencio. Disminuyó los pasos y se fue quedando más atrás del grupo en que estaba Rodríguez.
Entonces, desde atrás, con su potente voz, Castro gritó:
–¡General...!
Del grupo que iba adelante, Andrés Rodríguez fue el único que se paró y volteó la mirada hacia atrás.
Fidel Castro, con una amplia sonrisa, abrió los brazos y le dijo: “Ya ve, general. Uno puede cambiarse de traje, pero sigue siendo el mismo. Por algo dicen que el hábito no hace al monje”.