08 may. 2025

Descifrando el voto al corrupto

Samuel Acosta – @acostasamu

Cada cinco años, en un cuarto oscuro, el ciudadano común con una papeleta en mano define el futuro del país. Pero por alguna razón, en este día pareciera que una especie de virus se disemina en el ambiente, generando una especie de amnesia colectiva.

El centro de salud sin medicamentos, la escuela que nunca se reparó, las rutas intransitables en días de lluvia y hasta el calvario del transporte público –todas promesas incumplidas– parecen borrarse de la mente del elector.

Algo similar a una posesión nubla el raciocinio y, en un acto inverosímil, una multitud enfila y reelige al verdugo de sus desgracias cotidianas. Para la ciencia, claramente esto debería ser motivo de estudio.

El diario El Economista, por ejemplo, recogió recientemente resultados de una investigación de tres docentes de la Universidad Autónoma de Barcelona. Se trata de Jordi Muñoz, Eva Anduiza y Aina Gallego, quienes buscaron entender por qué se vota al político corrupto.

Establecieron tres elementos conclusivos: una parte de la sociedad minimiza la gravedad de la situación, en caso de que su situación económica vaya bien; otra, fanatizada por el partido político al que está afiliada, opta por negar las acusaciones, aunque existan pruebas contundentes; una última, se inclina por el cinismo de que “todos son iguales”.

Bo Rothstein, un catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo, Suecia, en una entrevista que ofrecía al diario El Confidencial, rechaza la idea de que la corrupción es algo cultural y difícil de ser erradicada. La raíz del problema es que tiende a ser contagiosa: cuando los sistemas están tan corrompidos, aquel que es honesto queda en ridículo, esto genera un círculo vicioso.

Otras investigaciones inclusive apelan a la neurociencia y dicen que los seres humanos estamos decididos a mantener nuestras opiniones, cuando estas son puestas en duda, pues al optar por preconceptos se genera una sensación de seguridad. Esto explica por qué en el campo de la política, aun sabiendo el elector que el candidato de su partido político representa la continuidad del sistema corrupto, igual decide apoyarlo.

El 22 de abril los paraguayos iremos a las urnas para elegir a un nuevo gobierno.

Estamos próximos a comprobar si todas las denuncias de casos de nepotismo, contratos del Estado en favor de familiares de altas autoridades del Gobierno, violaciones a la Constitución Nacional y demás nefastos sucesos que marcaron el ruido político en los últimos años, volverán a nublarse en la mente del paraguayo al marcar el boletín.