El destape de la mafia policial que permitió que Íbar Esteban Pérez Corradi, uno de los diez hombres más buscados por la Interpol en América Latina, obtenga documentos paraguayos y pueda moverse con tranquilidad dentro del país, dejó expuesta una realidad de la Policía Nacional que no es nueva ni sorprendente: sus servicios siempre están a la venta al mejor postor.
Al hombre acusado de ser el autor intelectual de un triple crimen que reveló los entramados del tráfico ilegal de efedrina en Argentina no le resultó (tan) barata su nueva identidad paraguaya y su consecuente libertad. Hay quienes dicen que pagó 200.000 dólares para adquirir una cédula de identidad y un pasaporte bajo el nombre de una persona fallecida 14 años atrás, además de una cuota mensual de 100.000 dólares a policías de la Triple Frontera para que no lo molestaran.
Hasta ahora, son dos los policías imputados por la venta de documentos de contenido falso. El ahora ex jefe del Departamento de Identificaciones Gilberto Gauto reveló que hace más de un mes la cúpula de la Policía está en conocimiento del hecho. Incluso contó haber conversado personalmente con el comandante Críspulo Sotelo al respecto.
Quizás el jefe máximo de la Policía no tuvo tiempo, en un mes y algo, de pegar un telefonazo al Ministerio del Interior. Quizás no le pareció necesario denunciar en la Fiscalía que uno de los fugitivos más buscados de la región compró una cédula y un pasaporte falso. Lo cierto es que el ministro del Interior dijo haberse enterado del caso por la prensa. De Vargas se lavó las manos y advirtió que Sotelo podría tener responsabilidades penales y políticas por mantener un sugestivo silencio sobre el cobijo que encontró en la Policía paraguaya un peligroso prófugo de la Justicia argentina.
A dos años y nueve meses de la era Cartes, tenemos a un segundo comandante policial en la cuerda floja por un caso de corrupción. El primero, Francisco Alvarenga, terminó procesado por presuntamente apañar un negociado con el combustible de las patrullas. Sotelo difícilmente sea imputado, pero su cargo sí pende de un hilo. Habrá que esperar el desenlace de esta novela narcopolicial que, si bien aún misteriosa, tiene tufo a historia repetida.
Desde el ex agente de la Gestapo y traficante de heroína, Auguste Ricord, pasando por el médico y criminal de guerra nazi Josef Mengele, hasta Íbar Pérez Corradi, la hospitalidad paraguaya –especialmente la de sus funcionarios y autoridades– fue una constante para la delincuencia internacional y este Gobierno no escapó a una lógica policial que nunca fue derribada.