El viernes 4 de noviembre entró en vigencia el Acuerdo de París. Ese acuerdo debía concretarse después de ser ratificado por un cierto número de países. El número se ha alcanzado, y así termina bien lo decidido en la COP 21, la cumbre sobre el cambio climático celebrada en París a finales del año pasado.
Los Gobiernos del mundo quedan comprometidos a impedir que la temperatura llegue a subir dos grados por encima de la temperatura del mundo preindustrial.
El propósito es impedir la catástrofe que provocará el recalentamiento del globo. Se lo debe impedir, pero ¿cómo? Ese es el problema: el acuerdo no dice cómo se deba impedir y queda la posibilidad de que algunos digan que sí y hagan que no. No existe una manera de obligar a los infractores a cumplir.
Este es el lado malo del asunto, cuyo lado bueno no se puede ignorar: por primera vez, después de veinte años de discusiones y dilaciones, se ha logrado el acuerdo internacional. Por primera vez se ha reconocido, como principio universal, que el cambio climático existe; que lo provoca la acción humana; que se lo puede y se lo debe combatir.
Recordemos que, en el 2006, Al Gore presentó su documental Una verdad incómoda y fue muy criticado. Académicos financiados por las empresas contaminantes usaron su prestigio para desmentir a Gore; para hacer creer que el cambio climático era una mentira, era necesario hacer nada para evitarlo y se podía seguir usando combustibles fósiles como siempre.
En el 2009, en la cumbre climática de Copenhague no se llegó a ningún acuerdo. Los activistas que exigían encarar la situación con seriedad fueron torturados discretamente por la policía danesa, que los obligó a pasar una noche de frío arrodillados en la calle. Desde entonces, las pruebas y las investigaciones se han acumulado; la CIA y el Pentágono han manifestado su preocupación por el cambio climático, que no consideran una mentira, sino un hecho real, y causa graves trastornos: sequías, hambrunas, migraciones y revoluciones. (Las rebeliones de la llamada Primavera Árabe, como la larga guerra de Siria tuvieron su origen en la carestía de comida provocada por factores climáticos). En la COP 21, finalmente, los ecologistas no fueron los maltratados, sino los triunfadores; no del todo, pero triunfadores.
Además de prometer, algo se ha hecho para el cumplimiento de las metas ambiciosas de la COP 21. En este último año, el crecimiento de las energías renovables ha superado al de las convencionales (carbón, gas, petróleo, nuclear), y se estima que seguirá creciendo. En la carrera de las renovables, el primer puesto lo ocupa China, seguida por la Unión Europea y los Estados Unidos. En el mismo año, se instalaron unos 500.000 paneles solares cada día, según informa el excelente sitio web www.ecoportal.net. Los precios de la energía solar y eólica han bajado, y seguirán bajando.
¿Se puede hacer algo más? Se puede y se debe, dice otro sitio igualmente recomendable, el de la ONG 350.org (https://350.org/es/ ). Esta semana comienzan las sesiones de la COP 22 en Marrakech (Marruecos), y es necesario que la ciudadanía se informe y se haga sentir para presionar a los dirigentes políticos a cumplir su compromiso con la preservación del planeta.