29 abr. 2024

De destilar la mejor caña, a costurear pelotas

No siempre el pueblo de Quiindy se caracterizó por fabricar pelotas. Este oficio, al que se dedica hoy la mayor parte de la población, es relativamente nuevo, no más de 20 a 25 años.

Por Pepe Vargas | Paraguarí

Durante décadas, paradójicamente, esta ciudad tenía la fama de destilar la mejor caña blanca del Paraguay. Lejos estaban los quiindyenses de la imagen deportiva que ostentan en la actualidad con más de un centenar de familias dedicadas a la producción y venta de pelotas.

En otra época, un sector de la población cultivaba exclusivamente caña de azúcar, algodón y mandioca; en tanto que otra trabajaba en las destilerías clandestinas que existían en el lugar.

“Venían gente de todas partes a comprar el purete, como se dice. Se hacía acá”, comenta Alcides Recalde, comisario de la ciudad, cuyo padre de 86 años –dice– le aseguraba que era la bebida con más graduación de alcohol de su tiempo.

Precisamente, la Caña Quiindy o Clandé, como era conocida, gozaba de una alta demanda por la exagerada concentración de etanol que poseía. El proceso de destilación que recibía se hacía de forma encubierta, justamente por excederse de los parámetros permitidos de fermentación. “Tenía casi 100% del alcohol”, exagera el comisario al señalar que su padre llevaba –a igual que sus compueblanos– la caña de azúcar a las destilerías y “recibían a cambio un tambor de caña”.

Como toda actividad, por más de que no estuviera permitida, si funcionaba era porque contaba con la bendición del entonces dictador Alfredo Stroessner. De hecho, el negocio prosperó hasta el golpe del 89. Los Barrios, Melgarejo, Vázquez son algunos apellidos de los que tenían destiladoras que se muestran hoy como reliquias, detenidas en el tiempo. Algunas están completamente abandonadas; otras funcionan a medias para la fabricación de mosto.

En la compañía Tobatingua existen al menos tres fábricas, prácticamente abandonadas, que conservan sus trapiches y grandes toneles, del tamaño de una pieza, intactos.

Claudio Medina, encargado de una de estas fábricas, comenta que la caña de azúcar que se cultiva en Quiindy hasta hace unos años iba a Iturbe, a la industria azucarera.
A mediados de junio, cuando inicia la cosecha, procesan el producto en los trapiches que han sobrevivido al paso del tiempo, para elaborar principalmente mosto.

Peloteros. A Quiindy se le bautizó como Ciudad de las Pelotas. El declive del negocio de la Caña Clandé tiene casi la misma edad que las primeras fábricas de pelota. La Asociación de Fabricantes de Pelotas de la ciudad tiene registradas 28 fábricas.

“Pero son más los que se dedican a este rubro, alrededor de 50 a 60 fabricantes”, asegura Pablo Recalde, del fabricante de pelotas Crisdor.

Al menos un centenar de familias se dedican a prestar servicios de costura del producto. Reciben la cuerina cortada a molde, el hilo de cebo, tela de algodón y la cámara para el zurcido. Por cada pelota terminada se paga G. 10.000. Todos los integrantes de un núcleo familiar trabajan en el hilvanado de las pelotas. Recalde asevera que emplean la mejor materia prima para confeccionar cada producto bajo normas reglamentarias para uso amateur y profesional.

Usan lienzo de algodón proveniente de Ybycuí, cuerina de Minga Guazú, microfibras de poliuretano (de China), por citar algunos, para hacer una pelota. “Los productos nuestros son de la misma calidad, incluso mejor que Adidas; la diferencia hace la marca”, dispara.

Otro grueso de la población compra las pelotas para revenderlas. Ahora empezaron a salir de la ciudad con la apertura de la ruta circunvalatoria, buscando la clientela cautiva.

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