29 mar. 2024

Cosechando cambio social

Brindar herramientas para que las personas puedan ser capaces de gestionar su desarrollo personal y el de sus comunidades, es el objetivo en el que viene trabajando desde hace dos décadas la fundación Tierranuestra.

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Abrazar al árbol. Escuchar los sonidos del ambiente. Meter las manos en la lombricera. Sentir la tierra. Recoger los productos de la huerta orgánica.
Eran todas experiencias que María Luisa Abbate había vivido de niña en la granja familiar de Ybycuí. Y las disfrutó tanto que hizo que las experimentaran también sus hijos, pero ya no lo logró con sus nietos, porque el ritmo de vida cotidiana lo dificultaba.
Pero Lucha –como la llaman sus conocidos– se obsesionó con que otros niños paraguayos también tuvieran la oportunidad de aprender de la naturaleza. Entonces, con su familia, decidió abrir ese paraíso ecológico a los demás. Así nació, en 1997, la granja escuela Mamoreí, una propuesta de ecocamping dirigida a centros de enseñanza y, más tarde, a empresas.
“Era una propuesta educativa que permitía a los niños de la ciudad volver a tener un contacto más directo con la naturaleza, con las costumbres sencillas del campo. Se ofrecía un programa de experiencias vivenciales vinculadas a la educación ambiental, que buscaban fortalecer objetivos curriculares”, rescata hoy Lucha.
Expansión
Pero ese fue apenas el punto de partida de un proyecto que fue ampliándose y creciendo en logros sociales. Lo que primero estaba dirigido solo a escuelas del sector privado –porque había que cubrir los costos– luego llegó a los del sector público y también a los docentes.
“Después de un año nos dimos cuenta del impacto y el potencial transformador de todo esto como propuesta educativa. Entonces dije: ‘Esto no puede quedar acá’”, rememora Abbate.
Y fue así que se creó la fundación Tierranuestra, que ahora cumple 20 años de labor con proyectos educativos y comunitarios. Entre ellos, los denominados Comunidad Emprendedora, Niños Saludables y programas de desarrollo turístico como Camino Franciscano.
Pero el programa emblema de esta fundación es, sin dudas, Sonidos de la Tierra, una propuesta que va más allá de enseñar música: busca el desarrollo comunitario, algo que ellos llaman “la orquesta que no se ve”.
Actualmente están trabajando con más de 80 comunidades, que en torno a Sonidos de la Tierra buscan autogestionar su propio desarrollo, con las herramientas que les da Tierranuestra.
Conocerse y quererse
Carolina Fernández forma parte de este equipo de trabajo desde que tenía 16 años, cuando entró a Mamoreí como facilitadora de actividades al aire libre. “Uno de los aportes más grandes de Tierranuestra tiene que ver con el desarrollo de las comunidades”.
Ella explica que el primer eslabón para llegar al desarrollo es la organización. “Para organizarte necesitás personas con autoestima, que se conozcan, que conozcan sus potencialidades, sus sueños, sus habilidades. Para eso tenemos talleres que ayudan a identificar eso y a desarrollar su autoestima, no solo individual sino colectiva, comunitaria”.
Otra pata del desarrollo comunitario es la capacidad de gestión, algo que también trabajan en la fundación. “Tenemos las habilidades, la autoestima personal y comunitaria, entonces gestionamos algo para lograr un cambio, una transformación que impacte en nuestra comunidad. Y ahí es donde la rueda del desarrollo comunitario empieza a moverse”, explica convencida.
Lucha hace hincapié en que todos los programas de Tierranuestra tienen como fin la transformación social. “Cada uno de los programas que hemos desarrollado en estos 20 años apostaban a la concreción de un proyecto personal o comunitario, centrado en la mejora, en el cambio hacia algo mejor: una escuela más limpia, una comunidad llena de color y alegría, una empresa unida y solidaria, una localidad que cuida su ambiente y se siente parte de él”.


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CRECER DESDE LA MÚSICA
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Sonidos de la Tierra es el programa emblema de la fundación Tierranuestra. Fue creado por el director de orquesta, compositor e investigador musical Luis Szarán. Inspirado en el concepto de educación a través del arte, el programa permitió el acceso a la educación musical a más de 18.000 niños, niñas y jóvenes de escasos recursos, mediante la formación de escuelas de música, agrupaciones corales y orquestales, asociaciones culturales, talleres de lutería, etcétera.
Aunque de este programa han surgido grandes talentos musicales, el objetivo principal es formar buenos ciudadanos y ayudar a las comunidades a mejorar sus condiciones de vida.

MÁS QUE UNA DULCERA
“Cuando empecé a hacer dulces, solo tenía una olla. Luego, con mucho sacrificio me gané clientes y ya tenía hasta vehículo. Aimo’a que ya tenía todo lo que quería, pero con el Camino Franciscano conocí a otras personas y me di cuenta de que ya no era una simple dulcera, sino una emprendedora turística, que mi negocio era importante en la actividad turística y me sentía una reina. Con todos los talleres que nos dieron aprendí cosas que jamás imaginé: los cuidados para hacer mis dulces, cómo almacenar, cómo mantener libre de contaminación, cómo cuidar mi local, nambre voi. Y lo más importante es que me ayudó a tener un Plan de Negocios que uso hasta ahora: todo anoto y calculo, y eso me sirve para el presente y el futuro”. Mártir Cabrera, dulcera, participante del Programa de Asistencia Técnica a las MIPyMES Turísticas Proyecto Camino Franciscano.


IDENTIDAD COMUNITARIA
“A mí, cuando era intendente, las capacitaciones de Tierranuestra me dieron una visión diferente. Me ayudaron por ejemplo a identificar el patrimonio intangible de Areguá. Nosotros ya sabíamos que los edificios patrimoniales deben conservarse y ponerse en valor, pero aprendí que nuestra identidad y atractivo también se encuentran en otros aspectos, como las fiestas populares, la gastronomía, los propios barrios con su gente. Entendí que para recibir visitantes se deben generar condiciones apropiadas y que la inversión en turismo reditúa beneficios económicos para la población”. César Caballero Leiva, exintendente de Areguá, que participó en talleres del Proyecto Camino Franciscano.

TRABAJAR CON PROYECCIÓN

“Con las capacitaciones para coordinadores de Sonidos de la Tierra, aprendemos a hacer nuestro plan de trabajo desde inicios de año, a trazar un presupuesto anual para dejar de apagar incendios y pensar las estrategias de recaudación de fondos ya para el año. Aprendemos a fijar nuestras metas y a trabajar con proyección. Mi aprendizaje va más allá de la Escuela de Música, lo que aprendí me sirve en mi gestión como directora de escuela, cómo hacer que los niños, niñas y jóvenes participen de las decisiones y activen con los adultos. Para mí eso es un aprendizaje para la vida”. Rosalba Ayala, coordinadora de la Escuela de Música 26 de Febrero, ex Marquetalia (San Lorenzo).