En los años 60 del siglo XX se puso de moda entre muchos jóvenes abogar por la paz y rechazar la guerra, también se hablaba de imaginar y soñar, y de hacer camino al andar.
Claro que los pasadizos de la huida de un mundo tildado de imposible y absurdo tenía también tantos oscuros rincones de alienación y fragmentación en el comportamiento que hizo descartar a los hijos de aquella generación las recetas utópicas que sus padres decían perseguir.
En los 90, con la caída del bloque comunista, no finalizó la historia como vaticinó Fukuyama; se impuso de nuevo el capitalismo sí, pero de la cultura se adueñó más bien una especie de concesión pacificante a los revolucionarios, ahora con buena paga.
Pusieron de moda la deconstrucción en todo, menos en el sistema financiero, claro. En la mayor parte del mundo está bien visto tener, hacer y acumular dinero, siempre que en lo social y cultural se tenga “abierta la mente”, “licuado el pensamiento” y desestructurada la moral. Con esta especie de equilibrio de dos ruedas, de complacencia monetaria y revolucionarismo light, se va a andando sin drama por el camino más ancho.
“Nuevos sujetos de la revolución” se encuentran en cada esquina y los que más publicidad logran, más compasión atraen, más votos coaccionan, más privilegios logran, menos esfuerzo personal invierten para ser mejores, porque el nuevo sistema les promete cobertura casi total.
Solo falta la ansiada paz. O que nos cuenten los siquiatras el origen de tanta depre y tanta esquizofrenia que ya han declarado este siglo como el de las enfermedades mentales. Ah, y allí donde sus absurdos peticionarios legalistas se imponen, la violencia crece y se agudiza porque a ella se suman las nuevas caras de la hipocresía y de la crueldad.
En este contexto, se vienen a “ocupar” de nuestro empobrecido y distraído mundo cultural paraguayo, las feministas radicales y los grupos lgbti que ahora dicen luchar contra la violencia, y, sin embargo, la promueven descaradamente en sus discursos y acciones.
Ojo, ninguno propone la paz, solo el fin de la violencia que ellos redefinen ideológicamente y en su afán piden clavar cuchillos a todo los portadores de cromosomas xy y a los niños por nacer que deben ser eliminados para satisfacer su deseo de “no violencia”.
Desestructurar, desestabilizar, agitar... ¡es lo más sencillo y emocionante! Vamos, lo difícil es lo que lograron en su tiempo nuestras mujeres paraguayas, afrontar el mal con el coraje del bien.
Lo difícil pero necesario es comprender realmente los dramas que están en el fondo de la violencia, de aprender a sanar, de construir la paz por el camino de la razón, de la verdad, y de la justicia.
Esto requiere mucho más coraje que pintarrajear paredes o gritar consignas semidesnudos...
Es una tarea personal dura, pero es la única que realmente libera.