20 abr. 2024

Bienvenidos al paraíso

Paraguay fue el destino que eligieron criminales de guerra, asesinos fascistas y capos mafiosos como el sitio ideal para vivir, y morir. Todos ellos –vaya coincidencia– llegaron al país durante la dictadura de Alfredo Stroessner. Hoy hacemos un recuento de esos personajes, que deberían formar parte de cualquier galería del oprobio.

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Un chalet en medio de la campiña itapuense, que desde el camino se ve cómodo y moderno, un nivel más abajo que el terreno por el que circula el vehículo. “Esa es la casa de Mengele”, cuenta un lugareño. No es un sitio turístico, pero la referencia es obligada y la parada para apreciarla, también.

Esa casa es el testigo y la evidencia de que el Ángel de Muerte de Auschwitz, el doctor Josef Mengele, gozó de la hospitalidad paraguaya y del encubrimiento de las autoridades. No fue el único criminal buscado en otros países que fue acogido en nuestra tierra, pero sí, tal vez, el más emblemático de una nómina de personajes de miedo que cobijó y protegió el régimen de Paz y Progreso de Alfredo Stroessner.
Ciudadanos “ilustres”
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Josef Mengele llegó al Paraguay huyendo de las autoridades de las potencias aliadas que vencieron al nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Durante la conflagración se había destacado por hacer experimentos con los prisioneros de los campos de concentración, usándolos como conejillos de Indias humanos, entre otros crímenes aberrantes.
Su paso por nuestro país le permitió obtener la ciudadanía paraguaya en 1959, sin cumplir con el requisito de cinco años de residencia. En los documentos oficiales de su naturalización figura con su verdadero nombre, una muestra de la impunidad y el desparpajo con los que se manejaba por estos lares, prueba de que se sentía absolutamente seguro al amparo de las autoridades locales.
En algún momento, esa sensación de seguridad debió haberlo abandonado, y más tarde se instaló en Brasil, en donde vivió hasta su muerte en 1979, víctima de un infarto que lo atacó mientras nadaba en el mar. Fue enterrado bajo un nombre falso, pero la posterior exhumación de su cadáver, en 1985 –y tras un examen–, confirmó su identidad.
Mengele y su vinculación con nuestro país también llegó a la ficción, cuando en 1976 el estadounidense Ira Levin publicó Los niños del Brasil, una historia sobre clones de Adolf Hitler. La novela fue llevada al cine en 1978. En la película, Gregory Peck encarna al médico nazi. El filme fue estrenado en 1979, justo en el año de su muerte.
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También nazi, y protagonista de un best seller que fue llevado a la pantalla grande, Eduard Roschmann llegó a Paraguay. Conocido como el Carnicero de Riga, solo vivió un mes en Asunción, bajo el nombre de Federico Wegener (o Wagner o Wagener) y falleció en el Hospital de Clínicas en 1977.
Roschmann había buscado refugio en nuestro país cuando la dictadura militar de Argentina, donde residía hasta ese momento, estaba considerando un pedido de extradición expedido por la República Federal de Alemania.
Es el protagonista de la novela de Frederick Forsyth El archivo de Odessa, publicada en 1972. Fue llevada al cine al año siguiente, y en ella Maximilian Schell encarna al genocida nazi, quien en la ficción muere a manos de un periodista alemán encarnado por Jon Voight.
Asesinos y narcos
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No solo los criminales de guerra hallaron refugio y seguridad en el Paraguay de Stroessner. En 1968 llegó al país el terrorista de derecha Georges Watin, francés nacido en Argelia y condenado en su país por atentar contra Charles de Gaulle. Fue procesado por la Justicia paraguaya, condenado en 1985 y puesto en libertad después del golpe de 1989.
Watin falleció en Asunción, en 1994. Era conocido como El Chacal, El Cojo o El Rengo y habría sido la fuente de inspiración para otra novela de Forsyth, El día del Chacal, que también tuvo su versión cinematográfica.
Asimismo halló cobijo y protección en esta tierra perfumada de azahares Joseph Auguste Ricord, jefe de la Conexión Latina, un desprendimiento de la Conexión Francesa, y que se dedicaba al tráfico de heroína a Estados Unidos. En Paraguay gozó de la protección de los generales Andrés Rodríguez y Patricio Colmán, y del ministro Sabino Augusto Montanaro, entre otros poderosos del régimen.
La administración de Richard Nixon presionó a Stroessner para que lo detuvieran y extraditaran, lo que originó un enfrentamiento entre quienes querían evitar su extradición (militares) y los que recibieron del dictador la orden de apresar al francés (la policía).
Ricord fue extraditado a los Estados Unidos, donde fue condenado a 20 años de prisión, que no cumplió porque fue liberado luego de 10 por razones humanitarias. Volvió al país en 1983, en silla de ruedas y casi sin habla. Murió en 1985.
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Menos conocida es la historia de Meyer Lansky, tesorero de la mafia estadounidense, quien a finales de 1972 abordó un avión que lo trajo a Paraguay, donde tenía pensado vivir. Pero llegó en mal momento, justo cuando los ecos del caso Ricord todavía sonaban con fuerza.
Lansky no alcanzó a bajar del avión. Efectivos policiales y personal de Migraciones subieron a la aeronave para informarle que no le iban a permitir desembarcar. Las amenazas norteamericanas le torcieron el brazo al régimen y el mafioso judío terminó sus días en su casa de Florida.
Legado
“Lo primero que hay que decir es que en una dictadura de característica unipersonal, como fue la de Stroessner, las decisiones eran tomadas con autorización del dictador. Si se dio el ingreso de criminales de guerra o de quienes eran buscados por otras razones, se debió a una política permanente del régimen”, afirma el periodista Antonio Pecci, autor de La conexión nazi, publicada en el Correo Semanal de Última Hora en 1996.
Pecci sostiene que en la lista precedente habría que incluir al exdictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, convertido en paria internacional en 1979 tras ser derrocado por la Revolución Sandinista.
Las razones detrás de esta verdadera política de Estado eran dos: en primer lugar, la política anticomunista, relevante para atender el asilo de Somoza y que también se evidencia en los casos de Mengele, Roschmann y otros oficiales nazis. Pero además estaba la posibilidad de obtener suculentas tajadas económicas como contraprestación a la solidaridad de las autoridades paraguayas.
Pecci resalta que fue Stroessner y no Rodríguez el verdadero iniciador del negocio del narcotráfico en Paraguay, pues fue él quien empezó a dar protección legal a negocios ilegales. Muchos de los jerarcas en la Presidencia, en el Ejército, en los ministerios, en la Policía y en el Partido Colorado, participaron en el negocio de la droga gracias a que el dictador había dado su apoyo a las actividades ilícitas. Según el periodista, en nuestro país quedó instalado, hasta hoy, el cáncer de la corrupción, el sometimiento de los otros poderes del Estado y sobre todo la Corte Suprema de Justicia, al Poder Ejecutivo y a un partido. Los jerarcas del régimen, con Stroessner a la cabeza, se metieron en todos los negocios ilegales que tanta mala fama le dieron al Paraguay.
“Esa mala fama, que nace con el stronismo, hasta hoy no se puede quitar. Y todavía le damos refugio a cualquier delincuente de cualquier pelaje que viene a radicarse aquí, porque se sabe que a la Justicia se la compra por monedas”, asevera Pecci.

Una etiqueta negra que la mayoría de los paraguayos honestos no merecen.

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Comando exterminado
Josef Mengele estuvo a punto de ser capturado por agentes de la Mossad en el hotel Tirol, de Itapúa. Pero tenía una custodia permanente de un escuadrón del Ejército paraguayo. Según un relato que le hiciera a Euclides Acevedo la ex primer ministro israelí Golda Meir, un comando judío fue enviado a Paraguay para capturar al nazi, pero fueron muertos por los militares paraguayos y, sus cuerpos, tirados al Paraná.
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Fortuna inmensa

Una pesquisa del investigador Aníbal Miranda confirmó que Stroessner tenía depositados en bancos del exterior alrededor de USD 1.000 millones. Esa fortuna se había acrecentado con el saqueo de las arcas del Estado y con las ganancias producidas por el tráfico de drogas y de armas.

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Asunto de negocios
Antonio Pecci cuenta que Anastasio Somoza se había apropiado de mucha ayuda internacional de cooperación y traía mucho dinero, lo cual excitaba el interés de Stroessner, sus ministros y generales, de sacarle una tajada. “Se especula que su muerte, a manos de un comando izquierdista liderado por el guerrillero argentino Enrique Gorriarán Merlo, se debió a que en Paraguay le retiraron el apoyo por desacuerdos económicos. Era una pelea de negocios”.