12 may. 2024

Atasco en el túnel del tiempo

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Cuando el stronismo se fue en el 89, los amantes de la libertad bailamos en una pata. En los 25 años posteriores, vivimos semicontentos con las posibilidades de votar, manifestarnos y tener cierto dominio sobre algunas capacidades públicas y privadas, desde la forma de vestirnos y hablar hasta la opción política. La corrupción, los decepcionantes gobiernos colorados y otras delicias de la democracia a la paraguaya no lograron espantar la esperanza de que algún día se pueda conseguir un país para todas las opiniones y para todos los gustos, no solo para ellos, que vaciaron y siguen vaciando el Estado. Pero, desde hace unos añitos, parece que nos volvimos a trancar en el túnel del tiempo en una especie de embotellamiento al estilo la autopista.

Porque la verdad, los stronistas nunca se fueron del todo. Se fueron algunos de sus sistemas más perversos, como la tortura y el terror, pero quedaron sus métodos sutiles: el lavaje de cerebro y la manipulación de las mentes. Pero sobre todo se quedó en el ADN de cierta clase de paraguayos el molestoso lenguaje de odio instalado por los intelectuales de la dictadura, que en pleno siglo XXI no tiene cabida en ningún lugar del mundo civilizado.

Para el primer mandatario está bien amenazar con la guacha para quienes piensan diferente y para el viril jinete y senador es natural mandar a las mujeres a la cocina y a los homosexuales a las fuerzas armadas para que se vuelvan machos.

Pero si todavía no nos desilusionamos del stronismo remixado, para eso están los jóvenes, que tuvieron “un protagonismo histórico defendiendo a la Asociación Nacional Republicana y la Patria”. La juventud republicana, representada por el ministro del sector, todavía no se enteró de que no hay miles, sino millones de chicas y muchachos más patriotas porque no tocan un céntimo del Estado, no se atan el pañuelo colorado al cuello y no lloran cada 23 de octubre por algo que sucedió hace 70 años. Pero ojo, que el rojo también es de los comunistas, otro cuculelé de los retrógrados que se quedaron estacionados en la Guerra Fría y no soportan ni siquiera la palabra y mucho menos las barbas.

Un caso aparte forman los que se creen de otra especie y se burlan del paraguayito, del cachique y del indio, como si ellos fueran críos de probeta aria.

Y para completar el combo están los curas, que creen en la premisa ingenua de que se puede tapar el sol con un dedo y piden censura, como si el Tiranosaurio aún reinara.

Pero no podemos perder la esperanza de que algún día paz y progreso sean un recuerdo en el álbum del Paraguay, cuando reinen unión e igualdad.

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