La palabra, que suena rara, viene del griego antropos (ser humano) y cene (reciente). Viene a significar la época del ser humano; época en el sentido geológico, que define los distintos tiempos por los que ha pasado la Tierra (época, periodo, era, eón). Comenzó a usarse en el año 2000, por iniciativa de Paul Crutzen, ganador del Premio Nobel. Según Crutzen, nuestro planeta ha entrado en el Antropoceno, a causa de la acción del hombre, que ha tenido una influencia decisiva en la modificación del suelo, el agua y el aire. Algunos aceptan el nuevo término; otros dicen que aún es demasiado pronto para aceptarlo, porque las épocas geológicas duran millones de años.
De todos modos, hay consenso en que vivimos en la época del Holoceno, comenzada hace unos 12.000 años, cuando terminó la Edad de Hielo, y el clima se volvió estable, lo suficiente como para permitir la multiplicación de la especie humana. Hace unos 8.000 años comenzó la agricultura; nuestros antepasados dejaron de ser cazadores y recolectores de frutos silvestres. La discusión está en esto: ¿seguimos en el Holoceno o hemos entrado en el Antropoceno? Si entramos en el Antropoceno, ¿desde cuándo? Para Crutzen, desde mediados del siglo pasado, aproximadamente.
¿Cuáles serían las características de la nueva época? Muchas. Para comenzar, el aumento de los gases de efecto invernadero: antes de la Revolución Industrial, nuestra atmósfera tenía 280 partes de carbono por millón; ahora tiene más de 400 partes por millón. Esto significa: desde la extinción de los dinosaurios (hace 66 millones de años), nunca se había visto tal concentración de carbono. Otra característica: en unos 100 años, se ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fósforo en la Tierra. Otra característica: la deforestación provocada por la agricultura y por la urbanización, con el consiguiente uso de cemento y aluminio.
Lo anterior significa cambio climático, pero los científicos están de acuerdo en que el ser humano, así como ha cambiado el planeta, puede manejar el cambio racionalmente, para evitar sus efectos negativos: todo depende de su previsión racional. La ciencia y la tecnología pueden intervenir decisivamente para conservar la Tierra y, con ella, la vida humana.
En este sentido es alentadora la noticia de que un grupo de científicos del MIT, la prestigiosa universidad norteamericana, ha dado un paso importante hacia el manejo pacífico de la fusión nuclear. Simplificando, las plantas nucleares existentes se basan en la fisión nuclear, y son problemáticas. La fusión nuclear controlada (una bomba de hidrógeno que explota lentamente), podrá ser una fuente de energía inagotable y limpia. El trabajo del MIT, aunque aún no haya llegado a eso, es un paso importante, y no el único, por suerte.