15 jun. 2024

Annus mirabilis

Blas Brítez – @Dedalus729

Hace poco, mi hermana me escribió desde Colonia, Alemania, en su periplo coreográfico de bailarina de tango. En sus giros de esa “tristeza que se baila”, se hibridan sonidos y ritmos oriundos de otros géneros. Lo mismo activa el movimiento de su cuerpo una canción de Ignacio Corsini, de Alfredo Zitarrosa, de Koko Taylor o de Jimmi Hendrix. Pero ella siempre está bailando tango cuando eso sucede. Con la base inamovible de la ortodoxia tanguera —pero con las marcas indelebles de su formación clásica—, baila y me escribe desde Buenos Aires, París, Londres, Sídney, Estambul o Beijing.

A despecho de esas ciudades icónicas en las que fatiga su arte, yo me quedé pensando en estos días en Colonia. Y en el tango bailado con múltiples marcas foráneas que ella sintetiza.

En Colonia, el compositor húngaro György Ligeti conoció en los años 50 a músicos cultos de vanguardia que estaban experimentando con sonidos y formas compositivas novedosas, en abierta detracción de las vertientes clásicas tradicionales. Se identificó con ellos, aunque después hizo su propio camino. En Colonia, Ligeti se sintió arropado por jóvenes compositores que estaban experimentando como él en la hasta hacía poco hermética “música clásica”.

Ligeti estaba sentado con colegas de los Cursos de Verano para la Nueva Música en la Escuela de Darmstadt, cuando en los altavoces sonó algo. Era el recientemente publicado Sargent Pepper’s de los Beatles. “Algunos de los sonidos del disco guardaban un sorprendente parecido con los experimentos más recientes y más avanzados de los músicos de Darmstadt”, cuenta el crítico musical Alex Ross en El ruido eterno: escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009).

Paul McCartney, responsable principal del álbum que cumplió 50 años, había conocido la música de Darmstadt un par de años antes y ya en Tomorrow never knows, de Revolver, había introducido hallazgos sonoros de la “música culta” de vanguardia.

Karl Heinz Stockhausen, quien había albergado a Ligeti en sus estudios de Colonia, se convirtió en una referencia para la banda al punto de incluir su imagen en la populosa portada del álbum.

Después de los Beatles, bandas como Grateful Dead, Jefferson Airplane y The Velvet Underground ahondarían en las experiencias derivadas de la electrónica y la música serial.

El jazz, el blues, el country y el góspel, entre 1945 y 1965, darían origen en los Estados Unidos a varios géneros; entre ellos el rock.

Músicos, como Charlie Parker, John Coltrane y Miles Davis se habían acercado antes a la música europea y muchos le imprimían al bebop el mismo ímpetu hipnótico de los minimalistas, como Terry Riley, Steve Reich y Philip Glass.

El encuentro de Davis y Hendrix resume esa época. 1967 fue un annus mirabilis (año de las maravillas) en muchos sentidos. El encuentro del jazz, el blues y la música clásica en el rock fue una de esas maravillas. Como en los tangos que Astor Piazzola compuso y mi hermana baila, la esencia del rock es la absorción de sonidos y ritmos.