18 abr. 2024

Amor en tránsito

Ellas tienen el poder de transformar desapego en abrigo. Ofrecen sus brazos cálidos a niños y niñas que, de otro modo, vivirían los primeros meses o años de su vida en una institución. Y lo hacen pese a saber que en algún momento tendrán que separarse de ellos. Son las madres que decidieron forman parte del Programa de Acogimiento Familiar.

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Por Silvana Molina

Los alimentan, los visten, los abrazan, los besan. Pasan con ellos noches en vela. Les enseñan a balbucear las primeras palabras y con frecuencia los acompañan en sus primeros pasos temblorosos. Sin embargo, no son sus hijos, pero los tratan como si lo fueran. Mujeres de corazón generoso y brazos dispuestos a recibir en su hogar a un niño o niña con quien se encariñan, aunque –lo saben– en algún momento tendrán que resignarse a dejar ir.
Ellas forman parte del Programa de Acogimiento Familiar, que el Centro de Adopciones –dependiente de la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia (SNNA)– implementa en el país desde el año 1999, con el cual se busca proteger a los niños que han sido abandonados o separados de su familia por algún motivo, generalmente maltrato, abuso o falta de cuidados.
“La intención es que, mientras dura el proceso judicial que decidirá si volverá con sus padres, algún otro pariente o si será declarado en adopción, el niño permanezca en un ámbito familiar, con los mismos cuidados que tiene cualquier chico, hasta que se pueda reparar la situación que llevó a vulnerar sus derechos”, explica Fátima Cabrera, directora general de la Dirección de Protección Especial (Diproe), de la SNNA.
Solo amor

María Inés Oviedo ya recibió en su hogar a una docena de niños y niñas de distintas edades, en el marco del programa de acogimiento familiar. 

María Inés Oviedo ya recibió en su hogar a una docena de niños y niñas de distintas edades, en el marco del programa de acogimiento familiar.

María Inés Oviedo (47) se pone firme con Blasito –nombre ficticio–, un niño de ocho años que pasó a formar parte de su familia hace varios meses, como parte del programa de acogimiento.
“Tenés que terminar toda la tarea rápido para que podamos ir al cumpleaños”, le dice. "¡Siiii!”, reacciona el niño, y los ojitos picarones le bailan gozosos. Entonces, ayudándose con los dedos de las manos, acelera las sumas que tiene que resolver en su cuadernito verde.
Es evidente el contraste en el color de piel de ambos, pero mirando la manera en que ella lo trata y lo cuida, a nadie se le pasaría por la cabeza que no son madre e hijo.
María tiene cinco hijos biológicos. Sin embargo, su lista ya se amplió a 17, considerando los niños y niñas –generalmente bebés– que ha recibido en su casa desde que, con el acuerdo de toda su familia, decidió formar parte del Programa de Acogimiento.
Su marido, Édgar Guedes (48), y sus hijos la apoyan y toman en serio la responsabilidad que se les encomienda como familia. “Siempre estamos felices con la llegada de un bebé a la casa. Hasta hoy, por suerte todos colaboran”, asegura María Inés.
En la casa de los Guedes no hay lujos, pero abunda la calidez. Los recursos económicos no les sobran, sin embargo, eso no es un impedimento —como mucha gente cree— para que reciban a niños que necesitan un hogar transitorio.
“Nosotros nunca nos detuvimos a pensar si vamos a poder económicamente. El niño que viene come con nosotros lo que hay, viven con nosotros en el espacio que hay. Es un integrante más de la familia. No hace falta de ningún modo ser de alto nivel económico para ser familia acogedora. Solo tenés que brindarle cariño”, aclaran.
Para ellos, la experiencia es enriquecedora. “Nos hizo crecer muchísimo, en especial a mis hijos, que aprendieron a no ser egoístas, a compartir su mamá, su papá y todo lo que hay en la casa, con otros niños que no son sus parientes”, revela María Inés.
Édgar agrega con el mismo entusiasmo: “Tenemos una retroalimentación de amor. Para nosotros, esto no es simplemente vestir a un niño, alimentarlo y bañarlo. Pasa más por el hecho de que ese chico crezca con la seguridad de una familia. ¿Y cómo logramos eso? Sencillamente con amor, mucho amor. No hay otra explicación”.
Abrazos poderosos

"Tengo cuatro hijos de sangre y 13 del corazón", afirma Teresita Benegas O'Hara, quien desde hace 11 años acoge a niños y niñas para brindarles cuidados y abrazos hasta que puedan ir a su hogar definitivo. 

“Tengo cuatro hijos de sangre y 13 del corazón”, afirma Teresita Benegas O’Hara, quien desde hace 11 años acoge a niños y niñas para brindarles cuidados y abrazos hasta que puedan ir a su hogar definitivo.

En la casa de Teresita Benegas O’Hara hay una cuna y ropitas de bebé. Pese a que sus cuatro hijos ya están grandes –la menor tiene más de 20 años–, ella y su marido aún no han dejado de preparar biberones y cambiar pañales.
Es que están en la lista de familias acogedoras de la Fundación Corazones por la Infancia, que trabaja en convenio con la SNNA para este programa. “Cuando consulté con mis hijos, lo primero que me dijeron fue: ‘Mami, con todo lo que trabajás, ¿te parece que va a ser posible?’. Yo les contesté que siempre hay tiempo para dar algo a los demás, si uno tiene la voluntad. Y decidimos intentar”, relata ella, reconocida gastrónoma y propietaria de una escuela de este rubro.
Hace ya 11 años que esta familia recibió a su primer huésped. En aquel entonces,Teresita tenía 41 años, su esposo 46 y sus hijos, 10, 13, 15 y 17.
“Era un chiquito de tres meses que había sido abandonado al nacer y estaba viviendo en un hogar de abrigo. Me dijeron que necesitaba urgente una familia porque se estaba entregando, no quería comer más, no dormía, no sonreía, no reaccionaba a los estímulos. Después me comentaron los médicos que, para escaparse de su realidad, el bebé estaba encerrándose en sí mismo”, rememora esta madre acogedora.
“Le alzamos y él no emitía sonido alguno. Y nos fuimos con nuestro regalo de Dios a casa. Lloró toda la noche. Mi esposo y yo paseamos con él toda la madrugada, turnándonos. Y fue así durante tres días, solamente se calmaba cuando yo me acostaba y él se ponía sobre mi pecho”, cuenta. Entonces ella reorganizó las cosas en su empresa para poder quedarse en la casa unos días. “Me quedé encerrada una semana con él. Solo conciliaba el sueño cuando lo ponía sobre mi pecho y sentía mi corazón”, recuerda.
A fuerza de abrazos y paciencia, el pequeño se fue transformando. “Cuando llegó tenía la piel toda cuarteada y estaba peladito. Al mes de estar con nosotros le salieron los cabellitos y empezó a regenerarse. Fue increíble la transformación que se dio: reía, gritaba; se produjeron maravillas en él solamente estando upa, recibiendo besos y abrazos, besos y abrazos”, cuenta Teresita y aún se emociona al recordarlo.

Aquel niño estuvo con ellos un poquito más de un año, hasta que fue adoptado. Hoy tiene 10 años y siguen en contacto con él: “Habla inglés, guaraní; practica deportes, tiene excelentes notas en el colegio”, se enorgullece quien fue su madre transitoria.
Luego vendrían otros 12 “hijos” más. “Mi marido ya es un experto en preparar teté. Y mis hijos también ayudan. Yo siempre digo que las familias acogedoras damos mucho a los niños, pero lo que ellos nos dejan de bueno es mil veces más”, asegura Teresita, quien se despidió de su último bebé hace cuatro meses, pero está preparada para que en cualquier momento la llamen a pedirle que brinde acogimiento a algún otro pequeño que lo necesita.
Dos de una

María Liz Vázquez de Arce divide su amor de madre entre sus tres hijos biológicos y dos hermanitos a los que acoge en su casa.

María Liz Vázquez de Arce divide su amor de madre entre sus tres hijos biológicos y dos hermanitos a los que acoge en su casa.

María Liz Váquez de Arce (44) elabora panes, tortas, pastafrolas y otras masas que vende en una pequeña confitería que montó delante de su casa.
Pero ella no solo endulza sus productos de repostería. Desde hace poco más de seis años, también le pone azúcar al presente y futuro de los niños y niñas que recibe transitoriamente en su hogar, como parte del programa de acogimiento.
En este momento, sin embargo, su responsabilidad es mayor: tiene a su cuidado no solo a uno, sino a dos niños: uno de dos años y otro de pocos meses. Son hermanitos: primero llegó el más grandecito y tiempo después se enteraron de la existencia del otro. “Estamos haciendo este esfuerzo, y no es fácil, para que no se separen, y que el día que vayan en adopción, puedan ir los dos juntos”, explica.
“De repente uno se pone a pensar: ‘Híjole, es una gran responsabilidad tener un niño ajeno a tu cuidado’. Pero es el tiempo en que ellos más necesitan y es mejor que estén en una casa que en una institución. Es una lástima que, por las demoras en los juzgados, muchos padres adoptivos se pierdan esta etapa tan hermosa con ellos”, lamenta María Liz.
“Cuando llegó el más chiquito, estuve dos meses zombi, porque se despertaba cada dos horas a tomar su leche. Pero ahora por suerte ya duerme más”, relata.
Sus hijos biológicos, de 24, 20 y 18 años, así como su marido, también se involucran en los cuidados de los pequeños. “Gracias a Dios están conmigo, porque yo sola no voy a poder. Toditos colaboran”, destaca.
Sin interés
Uno de los principales requisitos para ser familia acogedora es no tener interés en la adopción. “La familia tiene que tener la intención de cuidar al niño, pero no para adoptarlo, porque si no, se desvirtúa el programa. Ellos no pueden adoptarlo”, aclara Fátima Cabrera, de la SNNA.
“La familia acogedora forma parte de la vida y desarrollo de ese niño, le abre las puertas de su casa, de su corazón, le da su cariño para sanar sus heridas, pero sabiendo que no se va a quedar”.
Precisamente, el temor a no poder sobrellevar la separación luego de encariñarse con el niño o la niña es lo que hace dudar a muchas familias.
“Nosotros lo que queremos es ayudar en el lapso que sea necesario, que pase por nuestras vidas y que después se vaya adonde tiene que seguir creciendo. Siempre tenemos bien claro que con el niño no nos vamos a quedar”, dice Teresita.
Y María Inés comenta: “Siempre hay gente que me dice: ‘Yo no voy a hacer esto, porque después no voy a querer devolver el niño’. Yo les contesto: ‘Cuando decís eso pensás en vos, no en el niño’. Porque si vos te ponés a pensar en lo que necesita el chico realmente, si tu intención es buena, de corazón, esa ayuda transitoria que le podés dar, recibirle temporalmente en tu casa, darle amor, cuidados, todo lo que necesita, es lo más importante. Y a nosotros nos hace superbien ver después que ese niño va a una familia y es amado. Esa es nuestra satisfacción”, resalta.
La despedida
El momento de la despedida, que muchas veces se produce un año después o más, es quizás la parte más difícil para las madres transitorias y para la familia acogedora.
“Lo ideal es que el niño esté sólo entre seis y ocho meses con la familia transitoria. Sin embargo, muchas veces eso se extiende, por el tiempo que demoran los procesos judiciales”, comenta Liz Rojas, coordinadora de Acogimiento Familiar de la SNNA.
Pero la separación no se da de manera brusca, sino que pasa por un proceso gradual de acostumbramiento con la nueva familia y de desvinculación de la que lo acogió temporalmente.
“A mí me dijeron: ‘Vos estás loca para hacer lo que hacés, sos masoquista’. Es cierto que cuando se van, te ponés mal, pero se supera, y compensa el saber el bien que le hacés a estos niños. De repente decís: ‘Nunca más voy a traer un niño para cuidar’. Pero después sabés que hay uno que necesita y entonces no te podés negar”, revela María Liz.
María Inés piensa en la misma línea. “Claro que todos sufrimos y lloramos cuando nos despedimos. Pero el saber que nosotros estuvimos allí para dar una mano, en la etapa que necesitó, compensa todo”. Su marido reconoce: “Cuando se van los chicos, quedamos tristes por la partida pero contentos por la felicidad de ese niño que se marcha con los que serán su papá y su mamá, y también por la felicidad de esa pareja. Eso nos alimenta”.
Teresita Benegas también lo tiene claro. “La gente dice que se trauman cuando se van. Pero yo les puedo decir que ninguno de los 13 niños que pasaron por nuestros brazos hoy está traumado. Para mí, el amor no te puede traumar. Lo único que reciben de nosotros es amor todo el tiempo, y besos y abrazos. Y donde vayan, vuelven a recibir amor, y besos y abrazos otra vez”.

Fotos: Javier Valdez y Getty Images.

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SUMAN
Actualmente hay dos fundaciones que trabajan en convenio con la Secretaría Nacional de Niñez y Adolescencia, para la implementación del programa de acogimiento familiar. Se trata de Corazones por la Infancia y Enfoque Niñez, que tienen sus propios registros de familias acogedoras y trabajan con ellas en la evaluación, aprobación y capacitación. “Nosotros acompañamos a las familias durante todo el proceso de acogimiento, con un equipo de profesionales, generalmente integrado por una sicóloga, una trabajadora social y una abogada”, comenta Lilian Roca, de Enfoque Niñez.
Los interesados en convertirse en familias acogedoras pueden llamar al 204-178 (DIPROE), 223-925 (Enfoque Niñez) o (0982) 584 042 (Corazones por la infancia).

Datos cálidos y fríos
• Actualmente, hay solo 65 familias inscriptas como acogedoras, en todo el país.
• Al año, hay un promedio de 70 niños, niñas y adolescentes en acogimiento familiar.
• En este momento, hay 43 niños, niñas y adolescentes viviendo con familias acogedoras.
• Sin embargo, 1.200 están en hogares de abrigo (institucionalizados), con necesidad de una familia que los acoja temporalmente.

Fuente: SNNA.

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VOLUNTARIO
El acogimiento familiar es un servicio voluntario y las familias no reciben un pago por hacerlo. Sí reciben apoyo de la SNNA, con acompañamiento sicológico y una dotación mensual de pañales, leche y cereales, además de medicamentos y seguimiento médico en los casos necesarios.