Si critica a internet por diversas razones, también hay que reconocer sus aspectos positivos, como la gran cantidad de obras útiles disponibles online. Entre ellas se cuenta el libro Ahorrar para crecer, de la FAO (siglas en inglés para la división de las Naciones Unidas destinada a la alimentación y la agricultura). Sin ser ni agricultor ni agrónomo, cualquier persona necesita informarse sobre un problema de actualidad: unos 800 millones de seres humanos pasan hambre y, en total, son 2.000 millones los mal alimentados. Para el año 2050, la población mundial habrá llegado a los 9.600 millones. ¿Qué hacer para evitar la escasez de comida? Esta es la pregunta que se plantea Ahorrar para crecer, que también ofrece su respuesta: una intensificación sostenible de la producción agrícola; vale decir, producir más sin dañar el medioambiente.
¿Se necesita más tecnología? Sin duda, la tecnología es necesaria, como la investigación científica, para aumentar el rendimiento de los cultivos, pero no aportan toda la solución, como se puede ver considerando la historia. Hacia 1970, el 37% de la población mundial pasaba hambre; el porcentaje se redujo considerablemente gracias a la Revolución Verde, que permitió aumentar casi tres veces la producción de maíz, trigo y arroz (tres productos básicos de la alimentación mundial), y salvar del hambre a mil millones de personas. El padre de la Revolución Verde fue el norteamericano Norman Borlaug (ganador del Nobel en 1970), quien trabajó con la agencia mexicana Cimmyt y la filipina IRRI. La base de esa revolución fue el reemplazo de los sistemas tradicionales de cultivo de la tierra por uno más moderno, que requería el empleo de semillas de alto rendimiento, el uso de fertilizantes y pesticidas químicos, la irrigación y la mecanización.
Sin embargo, el cambio tuvo sus efectos negativos: la degradación del suelo, la salinización de las áreas irrigadas, la extracción excesiva del agua subterránea, el surgimiento de pestes resistentes a los agroquímicos. Después de haber dado un gran paso adelante, el rendimiento de los cultivos ha disminuido con relación al de las décadas de oro de la Revolución Verde. Para completar, se viene el cambio climático, que no se puede enfrentar con las técnicas de la agricultura intensiva y mecanizada, por el costo que ella tiene para el ambiente y por las limitaciones de los recursos naturales del planeta. Para enfrentar al cambio climático, la FAO propone ahorrar para crecer. Y esto significa volver a ciertas formas de agricultura tradicionales, más productivas de lo que se creía y menos lesivas para el medioambiente. No existe un modelo único de producción mundial; existen (o se deben descubrir) modelos nacionales, aptos para producir en los diversos ecosistemas.