20 abr. 2024

“Acá no cambia nada si no hay una revuelta”

El Dr. Antonio Cubilla, profesor emérito de la UNA, critica a la gerontocracia que favorece la antigüedad y no a la calidad.

Dr. Antonio Cubilla.

Dr. Antonio Cubilla.

–¿Qué lectura hace sobre esta rebelión en la UNA?

–Se está creando en el país una división generacional y muy grande en la universidad. El modelo de nuestra universidad, perimido y superado, hace contraste con el resto de la sociedad. Los estudiantes son un reflejo del resto de la sociedad. Los mundos académicos internacionales que antes eran de acceso y del privilegio de unos pocos se van haciendo más accesibles. Esto contrasta con una visión estática, conservadora, sin ningún cambio en nuestra universidad que no hizo las revoluciones que otras similares en el mundo hicieron.

–Pero para justificar el modelo se compara con otras universidades del mundo.

–Pasa que acá se hace énfasis en la estructura, en el poder y en el gobierno, cuando que esas no son las principales características de las universidades modernas. Ahí está el error. Es cierto, en EEUU –a mí me tocó estar asociado diez años a una universidad–, los estudiantes no participan, excepto bajo ciertas condiciones en direcciones altas. Pero es otra cultura y otra forma de ver las cosas; ahí ocurren las revoluciones y los cambios, en Latinoamérica y acá, sí es diferente (...).

Paradójicamente, sostengo una doble forma de pensar: para las grandes universidades de investigación de otras partes del mundo no creo que sean necesarios los estudiantes; sin embargo, acá creo que sí, son necesarios los estudiantes en el gobierno. Me ha tocado participar y vivir revueltas estudiantiles, he estado en el consejo directivo, vi cosas por dentro y no cambia nada si no hay una revuelta.

–¿Es inapropiado evocar a grandes universidades con la cultura prebendaria?

–Es una picardía también querer adoptar solo aquellas características de los países del Primer Mundo que nos vienen bien a nosotros en este momento y no aquellas que hacen a una universidad diferente y moderna. Adoptemos entonces todas las características también.

–¿Qué puede resultar de esta revuelta estudiantil?

–Creo que es una oportunidad para que los estudiantes y profesores con visión de futuro se sienten a hablar y traten de recrear una nueva universidad desde adentro porque es una oportunidad que se debe aprovechar.

–¿Qué piensa de la supremacía docente?

–Escribí sobre el tema y me opuse al escalafón cerrado. Hay una tradición histórica de la universidad escolástica medieval y muchas de sus características se sostienen en muchas universidades en el mundo, no solo en la nuestra. Eso hace que sea un poco difícil que vengan otras maneras de hacer. El escalafón cerrado establece la carrera del profesor: instructor, asistente, asociado, titular y jefe de cátedra. Cuando el escalafón es cerrado, es pernicioso, pero cuando es abierto entra el criterio meritocrático.

–¿Cómo funciona?

–Un joven de 30 o 35 años, que publicó libros, hizo descubrimientos fundamentales, ganó premios internacionales no tendría que empezar como instructor, ya puede ir como profesor asociado o jefe de cátedra. Eso había planteado cuando se intentó cambiar el Estatuto hace diez años: que la persona que está produciendo y es calificada, a nivel nacional e internacional, sea la que ocupe los cargos. Acá una persona calificada viene y tiene que esperar 15 años para llegar a un cargo y cuando le llega, ya no le interesa. Hay una cuestión gerontocrática también en este modelo conservador semiescolástico.

El modelo gerontocrático favorece a la antigüedad y no a la capacidad. Es típico cuando viene alguien de afuera, bien preparado, todos dicen: “Hay que ponerlo a sudar la camiseta”. Acá un criterio académico predominante es el derecho sudoríparo, hay que sudar la camiseta. Hay que sudar, por supuesto, pero no cuando tenés las calificaciones y podés ocupar el cargo por mérito propio.

–¿Coincide con la idea de equilibrar el poder en los órganos de gobierno?

–Ese planteamiento yo hice hace diez años y es más, yo pedí la paridad absoluta con los estudiantes. Y ellos no están pidiendo la paridad, piden dos miembros más nomás. Los profesores tendrían que sentarse a conversar con ellos, fuera de los esquemas de violencia y darles la paridad.

–¿En qué se basó para plantear la paridad absoluta?

–Y examiné un poco los modelos latinoamericanos y lo que ocurrió acá. Los docentes académicos tradicionales son conservadores e incapaces de producir cambios significativos de modernización.

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