El sol y la lluvia son los elementos que tradicionalmente marcan el dinamismo de la economía paraguaya: en años de buena lluvia, el producto interno bruto (PIB) crece por los resultados positivos de la campaña agrícola y en años de condiciones climáticas adversas, ocurre lo contrario. Esta situación ha llevado por años a tomar la actitud de dejar que la economía se recupere por sí sola, sin mayores intervenciones desde políticas públicas.
Por otro lado, el presidente del Banco Central del Paraguay (BCP), José Cantero, celebraba meses atrás que la estructura económica del país venía desarrollando nuevos motores de crecimiento, desde las áreas de industria, comercio y servicios. De esta manera, se justificaba la teoría de que el sector primario, representado por la producción agropecuaria, viene generando un aporte menor al PIB respecto a otras décadas.
Ante este nuevo panorama, el de una economía que empieza a diversificarse con mayor fuerza, es de esperar que la recuperación tras años malos ya no dependa únicamente de que el sol brille con acertada intensidad y la lluvia riegue suficientemente los sembradíos: son ya necesarios los mecanismos que permitan a los comercios seguir vendiendo y a los servicios, seguir satisfaciendo la demanda de su público.
Pero esta perspectiva no está presente en la actual respuesta del Gobierno al año de desaceleración económica, que en realidad se perfila para cerrar como un año de contracción del PIB. El BCP acudió a las ya acostumbradas resoluciones que dejan a sojeros y ganaderos con calificaciones crediticias que no son afectadas por los apuros financieros, y que liberan recursos provenientes de los ahorristas para que se puedan refinanciar las deudas de los mismos productores.
La Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) también hizo lo suyo, mediante la creación de una línea de crédito de G. 6.000 millones, con la cual bancos, financieras y cooperativas podrán acomodar las cuentas que productores agrícolas y pecuarios tengan con ellos, a una tasa más que atractiva, de 6,75% para operaciones en guaraníes y 5,25%, para las denominadas en dólares. Estas medidas demuestran que el Gobierno sabe muy bien cómo disipar los nubarrones que acechan a la producción primaria, pero ¿y los nuevos motores?
El acceso a refinanciación de deudas de pequeños comerciantes y profesionales independientes, por ejemplo, queda así a merced del ánimo de los banqueros, pues para ellos no se emitió disposición alguna desde la conducción de la política monetaria.
Si bien es cierto que se depende un poco menos de la tradicional agricultura y ganadería para crecer económicamente, no se puede obviar el hecho de que son sectores que inyectan y hacen circular gran parte de la masa monetaria del país. Esto quedó en evidencia con la reducción en la inyección de dinero circulante, que en abril pasado llegó al menor nivel en tres años, con lo cual es de esperar que disminuyan también el consumo y las inversiones.
Es tiempo de empezar a generar políticas que reconozcan el carácter cíclico de la economía paraguaya, pero no solo para aliviar las deudas de sojeros y ganaderos, sino para evitar que los años malos resulten en aumento del desempleo y cierre de pequeños negocios. Para los trabajadores y los emprendedores, no basta con que salga el sol para recuperarse, necesitan un Estado comprometido con el crecimiento económico y que permita un desarrollo inclusivo.