Rebeca González Garcete
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El best-seller de Patrick Süskind era calificado como un proyecto imposible de filmar. Por eso, lo más interesante de “Perfume: Historia de un asesino” es el intento, no solo de traducir al lenguaje cinematográfico una obra literaria, sino de plasmar en imágenes la idea de una sensación tan inasequible como es la del olfato.
Visualmente hablando, es un buen intento. Con una muy buena fotografía –por momentos, bien sombría–, las imágenes nos ayudan a percibir ciertos olores. Pero, a pesar de ser una versión bastante (demasiado) fiel al libro, el relato prescinde de varios elementos fundamentales para juzgar al personaje o para entender su obsesión por obtener el perfume más sublime. Sacando esos esenciales detalles, el filme desprovee al personaje de Jean-Baptiste Grenouille (un expresivo Ben Whishaw) de profundidad psicológica. Así, apenas entendemos su proceder, pero no nos interesa. Un personaje tan único debería fascinarnos (especialmente por su originalidad), pero tal fascinación no existe. De todas formas, se agradece que no se haya desviado el camino hacia un relato acerca de un asesino en serie. Es sobre una obsesión particular aunque mal explicada.
Hacia la mitad del filme (desde la partida de un genial Dustin Hoffman de la pantalla), “El perfume...” pierde fuerza. Escenas claves (como la orgía y el final) que deberían sacudir al espectador, no lo hacen. Finalmente, “Perfume...” es una interesante historia, bastante bien llevada, pero, por ciertas decisiones estéticas y narrativas, no deja aroma flotando en el aire una vez que termina. Gustará más a quien no haya leído la novela.