Una nueva oportunidad

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Yan Speranza, past-president del Club de Ejecutivos.

Iniciamos el año y, por lo general, nos llenamos de expectativas positivas hacia adelante, esperando siempre que las cosas puedan resultar mejores que en el pasado reciente.

En el caso de nuestra economía, claramente esperamos una gran recuperación, luego de un año sumamente complicado y con un crecimiento prácticamente nulo. Una coyuntura internacional difícil, eventos climáticos muy desfavorables y la lógica de un año electoral en donde los populismos irresponsables abundan, se conjugaron en el año que se fue para que tengamos un mal año económico.

Probablemente el acontecimiento más importante de este año sean las elecciones generales que tendremos en abril próximo. Los paraguayos tendremos que elegir al nuevo presidente de la República y a nuestros representantes en el Poder Legislativo.

Más allá de la liturgia electoral y todo lo que ello implica, la verdadera expectativa radica en la esperanza que siempre se genera cuando asume un nuevo gobierno y, particularmente, la bisagra de oportunidad que se genera en los primeros 4 a 6 meses de gobierno.

En ese tiempo, el margen de maniobra del nuevo gobierno suele ser mucho mayor, y es precisamente el momento donde es mucho más factible impulsar con fuerza determinadas iniciativas legislativas y reformas importantes, que en nuestro país son urgentes y necesarias.

Como las elecciones generales serán el 30 de abril y el nuevo presidente asume recién el 15 de agosto, muchas veces se considera que estos 3 meses y medio son muy largos para un gobierno que se está yendo y ya no tiene prácticamente ningún poder de decisión relevante.

Sin embargo, para el Poder Legislativo las cosas son un poco diferentes, pues los nuevos senadores y diputados electos asumen sus funciones el 1 de julio, es decir dos meses luego de las elecciones generales.

El 1 de mayo, aquellos parlamentarios que no fueron reelectos y estarán abandonando el cargo en los próximos dos meses, ya no tienen, en teoría, que jugar ningún juego electoral y podrían sentirse más libres de dejar algún legado en forma de leyes que pudieran servir mirando el futuro próximo.

Claro, prefiero evitar pensar que precisamente ese tiempo es el ideal para terminar de “negociar” determinadas cuestiones antes de abandonar el cargo.

El punto central es que desde mayo y al menos hasta fin de año, tendremos un periodo de tiempo en el que el liderazgo político firme y decidido del que resulte el nuevo presidente de la República será decisivo para aprovechar esta ventana de oportunidades que se abre cada 5 años. Y entonces impulsar la mayor cantidad posible de reformas, de las pequeñas y ojalá también de las grandes.

Algunas de ellas ya tienen forma y existen como proyectos de leyes que están esperando su momento. Por ejemplo, el proyecto de ley de reforma del servicio civil o el de la reforma de la caja fiscal. Otros, necesitan probablemente ser mejor trabajados y eso se debe apurar para tenerlos listos lo más pronto posible.

Otros más, como el proyecto de Transformación Educativa, absolutamente crítico y clave para nuestra realidad educativa actual. Necesita un impulso decidido desde el más alto nivel, con un nuevo presidente que debe utilizar su capital político para vencer una serie de resistencias y narrativas que lastimosamente pararon un proceso tan ineludible, basado en teorías conspiraticias y “agendas ocultas” que evidentemente no existen.

En pocas palabras, nuestro país puede sin dudas avanzar en democracia hacia un desarrollo más inclusivo y sostenible. Pero necesitamos implementar determinadas reformas claves que siempre encuentran resistencias organizadas que logran mantener el statu quo.

Eso se rompe con liderazgo y gestión política. Y desde mayo, el nuevo presidente tendrá un enorme capital para utilizarlo sabiamente y con coraje para hacer lo que debe hacerse.

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