Rosalía Ciciolli
Desde el lanzamiento de su álbum debut, Lunas rotas, que contiene sus canciones más icónicas, tuvieron que transcurrir 22 años para que el sábado último, el público paraguayo pudiera disfrutar por primera vez de un concierto de la cantautora española Rosana, que no dudó en poner a prueba toda su fuerza vocal y empatía para impresionar a su auditorio y borrar así, como de un tirón, tanto tiempo de espera.
Quien a última hora haya decidido no ir se perdió de dos horas intensas, en las que se disfrutó de una artista que dio todo de sí como para despertar –con base en canciones y anécdotas–, a ese amor correspondido, pero que permaneció dormido durante unas dos décadas.
Empática y comunicativa hasta más no poder, dejó bien en claro desde su ingreso mismo al Teatro Lírico del BCP –por la puerta de acceso principal y escoltada por sus cuatro talentosos músicos–, que lo de ella son los conciertos más intimistas, aquellos que le permiten obtener la mayor conexión y cercanía posibles, pero no por ello aburridos o “tranquilos”.
Y como toda visitante recién llegada, que se veía cara a cara por primera vez con el público paraguayo, tuvo que interrumpir una canción para romper el hielo y lograr la participación de un auditorio, que esperaba a ver qué hacía la española para luego reaccionar en consecuencia. “Es la primera vez y me consta que mi música llegó aquí antes que yo. Y me consta que ustedes la han querido y la han resguardado y veremos qué tal la saben”, señaló al tiempo de comenzar a cantar uno de sus clásicos, Sin miedo, de su disco debut Lunas rotas (1996), que la tuvo que dejar de cantar al llegar al primer estribillo, para encarar al público y dar inicio a una interacción llena de anécdotas graciosas.
La intérprete hizo un recorrido por sus canciones, y decidió abrir con No habrá Dios (2003), para luego entregar Tu cruz por la cara (2011). A partir de ahí, la conexión entre Rosana y el público fue in crescendo hasta llegar al summum, en que la cantante decidió narrar la delirante historia de cómo decidió escribir su clásico Si tú no estás aquí, al que en principio había decidido titular Si tú no estás, “porque con el aquí, ya me parecía muy largo...”. Antes del bis, y después de varias canciones, la intérprete decidió subir la apuesta y mezclarse con el público para cantar por fin la canción del título largo, a la que le siguió un popurrí de otros clásicos, como Contigo, Talismán y A fuego lento, y que incluyó un paseo entre el público y de vuelta al escenario, una pequeña coreografía de tres pasos que invitó a todos a imitarla.
Una Rosana intensa hizo gala de un registro vocal de gran fuerza y de un derroche de gran simpatía. Se dio el lujo de imitar a sus fans cuando cantaban sus canciones e hizo comparaciones con la diferencia de sentidos de cierta palabra del español. Su entrega sobre el escenario marcó el espectáculo que logró conquistar a un público que se retiró extasiado por la sobredosis de buen show de la española. Y amenazó con volver; ojalá que no tengan que pasar otros 22 años.