Los poderosos bancos centrales de EEUU y Europa, la Fed y el BCE, rivalizan de buena voluntad para sostener sus respectivas economías, a riesgo de tensar todavía más las relaciones entre EEUU y UE.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, sacudió los mercados el martes al asegurar que se necesitarán medidas de estímulo adicionales si la inflación en la Eurozona sigue baja, un indicio de una economía letárgica.
Su homólogo de la Reserva Federal, Jerome Powell, cambió de discurso en una muy esperada conferencia de prensa el miércoles, hablando de incertidumbres claramente incrementadas para la principal potencia mundial, y estimando que tenía ahora más argumentos para apoyar la economía. Los mercados vieron inmediatamente en estas declaraciones el anuncio de futuros recortes de tasas de interés, como refleja, por ejemplo, la caída del rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años por debajo del 2%.
Al diálogo tranquilo de los banqueros centrales le sucedió uno más duro entre los líderes políticos a ambas orillas del Atlántico. Donald Trump acusó al presidente del BCE de intentar hacer caer la moneda única europea con sus palabras y dar así una ventaja injusta a los exportadores de la zona euro. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, salió en ayuda de Draghi replicando que es injusto atacar a los bancos centrales cuando se trata de su independencia.
Según los manuales económicos, la entidad de Fráncfort tiene mucho más de qué preocuparse que su poderoso homólogo estadounidense: el crecimiento en la Eurozona se está ralentizando, mientras que EEUU comenzó el año con una nota alta (crecimiento del 3,1% en el primer trimestre).
Sin olvidar que la inflación no acaba de despegar en la Eurozona. “Aquí es probablemente donde radica el problema”, estimó Hervé Goulletquer, del Banque Postale AM. Si bien la opinión pública acoge con satisfacción el estancamiento de los precios al consumo, los economistas temen que un fenómeno de este tipo pueda sumir a la zona euro en un prolongado período de apatía.
Para Donald Trump, que acaba de iniciar su campaña de reelección en 2020, un aumento del valor del dólar es sinónimo de pérdida de competitividad para los exportadores estadounidenses, sería una muy mala noticia. El presidente está muy interesado en restaurar el poder comercial de EEUU, tanto contra China como contra los europeos, a los que amenaza, en particular, con aranceles potencialmente devastadores a la industria del automóvil.