“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”. La limosna, la oración y el ayuno son tres grandes monumentos de amor. Realizarlos de cara a Dios nos ayudará.
En el Evangelio de hoy, el Señor nos propone tres grandes monumentos que podemos levantar en nuestra vida cristiana: la limosna, la oración y el ayuno. Son tres maravillosas obras que agradan a nuestro Padre que está en el cielo.
Para que estas acciones no pierdan su valor, las hemos de realizar de cara a Dios. Dar limosna, rezar o mortificarse solo para quedar bien o dar la impresión de que “somos personas buenas” oscurece el brillo de una acción hermosa de por sí. Sería como poner un velo encima de un monumento artístico o añadir una pincelada inexperta a una pintura que ya estaba acabada.
Jesús utiliza una frase recurrente cuando expone estas enseñanzas: tu Padre ve en lo oculto. Todos percibimos que las buenas obras tendrían que ser reconocidas, y el Señor no niega esa realidad. Pero nos recuerda que el mejor reconocimiento es el que viene de Dios. Lamentablemente, los hombres podemos halagar hoy a una persona y mañana criticarla. Pero la mirada paterna de Dios nunca cambia.
El Señor aprecia nuestra caridad, nuestra oración y nuestros sacrificios, por más pequeños y escondidos que parezcan. Cuando lleguemos al cielo, podremos contemplar junto a Él los monumentos de amor que hemos levantado en nuestra vida, y nos alegraremos al descubrir el inmenso valor que tenían ante sus ojos.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-06-15/)