Cuando vemos el estado en el que se encuentran las cosas, lo primero que pensamos es: “¿Quién está a cargo de este lugar? ¿Quién es la cabeza?”. Son preguntas que intuitivamente las formulamos porque, parafraseando a John Maxwell, todo se levanta o se cae con el liderazgo.
Leer siquiera la palabra “autoridad” podría generar incomodidad a algunos. De hecho, se la ha relacionado con el autoritarismo, el abuso o hasta la imposición. Pero si miramos más allá de estos sesgos, nos daremos cuenta de que en realidad todos tenemos autoridad sobre alguien o sobre algún lugar. Somos dueños de grandes hectáreas o de metros cuadrados; de una gran empresa o de un pequeño negocio familiar; algunos son abuelos y padres, otros incluso tienen bajo su cargo ciudades y hasta naciones. No hay metro cuadrado en esta tierra que no opere bajo autoridad. Donde sea que pongamos el pie hay una instancia de gobierno.
El problema es que no toda autoridad es buena, ni sabia, ni cobija los mejores intereses para quienes estén bajo su cuidado. Ya lo advierte Proverbios 29:2: “Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime”.
Puede que el líder en sí no sea el responsable directo de algún error o ineficiencia, o que él mismo no haya logrado los resultados extraordinarios, sino que haya sido su equipo, pero el líder siempre recibe lo que crea y permite. Por eso, la autoridad no puede desentenderse de los resultados, porque de alguna manera propició las condiciones y las dinámicas de actuación.
Parte de la visión de la ADEC como organización es lograr que sus miembros sean activos protagonistas en la transformación de la sociedad paraguaya. Y la ADEC sabe que quien quiera ser protagonista debe ser líder necesariamente. En griego la palabra protagonista significa protos (primero) y agonistis (luchador o jugador). El primer luchador. El que va enfrente. El que visiona. El que guía hacia la misión. El líder.
Explicado en tres pasos: un líder da una misión al equipo, explica por qué la misión importa y le da a cada miembro un rol que desempeñar en esta historia. Una misión. Un porqué. Un rol. Si uno de estos elementos está ausente difícilmente logremos un cambio.
No es precisamente el líder quien mantiene limpio un cantero a la entrada de un banco, pero es quien delega y establece el nivel de excelencia en un lugar. Donde vemos orden, antes hubo una orden. Y se nota hasta en los yuyos.